Es muy notable percibir cuando estamos en compañía de una
persona que está muy identificada con su ego el modo en que se estrecha el
campo energético. Entonces no fluyen las ideas con nitidez, hay un choque
producido por la necesidad que crea esa persona de ser considerada, valorada,
elogiada, etc. Esa necesidad opera del mismo modo que lo hace el deseo:
restringe el movimiento de la energía. El
ego obstruye nuestra capacidad de ver y así de alcanzar lo que realmente
necesitamos. Al identificarnos con nuestro deseo estrechamos nuestra visión, si
soltamos y entregamos el resultado de nuestras acciones lo que ocurre es en
primera instancia una sensación de experimentar la libertad y las posibilidades
amplias entran a actuar y nos dan sus señales.
Y, por el contrario, acercarnos a seres más elevados nos abre el
panorama de una manera sorprendente. Construimos con nuestra mente campos
mentales que interactúan con los campos de otros. La calidad de nuestros
pensamientos-emociones forja estos campos. En el momento en que comenzamos a
trascender nuestro pequeño personaje, el
campo se amplía y a medida que vamos integrando lo que somos con el cosmos la
ampliación se va produciendo en forma de ondas de un modo ininterrumpido. Hemos
experimentado algunas veces el contacto, la cercanía con personas más sabias,
más abiertas, menos constreñidas a sus menudas necesidades y la percepción ha
sido hermosa, no me cabe otra palabra. Por eso no cualquier persona podía
acceder a la cercanía de Sai Baba, he visto en el ashram de Prashanti Nilayam
cómo antes de una entrevista personal se producían hechos de dolor y trabajo
interior que depuraban a las personas -como fue mi caso- para permitir posteriormente
ese contacto. Las que no lograban despegarse de esas sombras, no llegaban a la
entrevista, por el motivo que fuera. Como somos seres que vibramos en
frecuencias de ondas sencillamente cuando una frecuencia se aleja mucho del
estado alfa repele el contacto con quienes están vibrando en ese nivel. En
tanto seres electromagnéticos creamos una fuerza de gravedad que nos acerca a
aquello afín y nos distancia de lo que no lo es. Personalmente me ha costado
aprender a sostener mi propio nivel vibratorio, soy sagitariana y abierta por
naturaleza y además soy un poco esponja. A esto se le suman componentes de
historia personal. Aprender a modificar el estado vibratorio no es tan difícil,
lo difícil es darse cuenta de que existe esa posibilidad, de que existen
prácticas que nos modifican el estado de la mente y por ende nuestra
emocionalidad. A medida que aprendemos a intervenir en nuestras ondas
vibracionales vamos siendo más dueños de nuestra evolución, dueños en cierta
manera porque estamos sujetos a montones de fuerzas, las que actuaron en el
pasado y que no son en realidad pasado, las del futuro que interactúan con el
presente impulsando nuestra evolución, la de la propia naturaleza que traemos,
las del mundo circundante. A ese conjunto de fuerzas que están más allá de lo que somos, que nos
trascienden, solemos llamarlas Dios.
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