A lo largo de tantos años
con talleres de distinta índole enfocados al crecimiento personal, actividades
diversas, maestras de yoga, constelaciones familiares y cosas por el estilo
hago un recuento e inevitablemente, saltan a la luz los momentos de energía
densa: es comprensible, el cerebro tiende a recordar lo que supone un peligro.
Es triste observar en este recorrido que han sido muchos los liderazgos no
convenientes. Probablemente mi energía concitó eso y es seguro que necesité de
la experiencia vivida. Pero el sabor amargo de haber estado un tiempo
trabajando con líderes narcisistas que hacían todo lo posible por ubicarse en
un pedestal superior, con personas que proyectaban su sombra en aquellas otras
personas que debían ayudar, con conductas reactivas y no proactivas y hasta las
competencias casi infantiles con que buscaban medir su propia valía no pueden
darme más que pena. Suele decirse en el
camino de la evolución de la conciencia o la llamada senda espiritual que los
líderes son los que más necesitan aprender, que están allí justamente porque el
lugar de liderazgo los expone frente a los otros y frente a sí mismos. Sin
embargo ese pequeño lugar de poder ejerce a veces un influjo, las personas se
identifican con el rol y terminan agrandando su ego. Yo también sin duda he
cometido errores en este camino y fui docente unos cuantos años pero quizá
porque provengo de una familia autoritaria tuve que hacer consciente el valor
de las relaciones horizontales. Especialmente cuando coordiné un taller
literario holístico lo pude poner en práctica. O al menos lo intenté. Recuerdo
que a todos los talleristas los llamaba “talleristas escritores”. Ya eran
escritores para mí, jamás alumnos, propicié la evaluación hacia mi desempeño
como coordinadora, cedí el lugar en algunos ejercicios. Y recuerdo que algunas
personas se resistían, una llegó a decirme que yo era la escritora y no ellos. Este
no es un camino fácil, ya lo sabemos. Pero me siguen sorprendiendo ciertas
conductas, el modo en que un coordinador desplaza sus conflictos no conscientes
hacia los demás, la sombra como
definía Jung a ese caudal de energía negada que pugna por manifestarse de un
modo inevitable. A veces el ser psicóloga o maestra de yoga es un impedimento
porque la identificación con el rol obtura la propia mirada. En dos
oportunidades me pasó algo que ahora lo considero interesante, supongo que
porque me ocurrió por segunda vez hace poco y esta segunda vez me hizo
comprender el sentido. En el año 2007 llegué cuando se cerraba la inscripción a
un taller sobre patrones familiares. Yo necesitaba ayuda porque cuidaba a mi
abuela que tenía 99 años, una relación compleja para mí. En el taller me
encuentro con un coordinador muy instruido, que había escrito libros, con mucha
información que comienza a canalizar y noto que le devuelve a la gente lo que
canaliza sin considerar al otro como semejante, decía cosas duras sin
compasión. Estaba embriagado por su capacidad de canalización, se notaba que
era algo nuevo para él. Yo venía haciendo Reiki desde hacía más de dos décadas
y canalizar me resultaba muy familiar, además desde niña captaba información.
Las personas aceptaban su dureza, se sometían, a mí me parecía terrible. Cuando
me llegó el turno este hombre no pudo
canalizar nada para mí . Entonces de pronto yo vi todo de un modo horizontal y
comprendí lo que tenía que comprender, fue un insight. Le dije que estaba bien,
que ya había entendido.
A partir de aquel taller
tomé decisiones muy importantes ese día vinculadas a mi familia y terminé cuidando
a mi abuela durante la noche tres dìas a la semana. No fue fácil. Mi abuela
entonces partió de este mundo y yo me quedé bien porque había podido despedirme
de ella. Transcurre un tiempo hasta que
revisando papeles encuentro los apuntes de este taller. Curiosa o significativamente
mi abuela dejó este plano exactamente un año después de la fecha del taller, el
mismo día. Un doce de diciembre. Ahí comprendí que estaba frente a una señal.
Hace muy poco en una
constelación me pasó algo parecido. La consteladora era decididamente agresiva,
decía cosas descalificantes, me las dijo a mí especialemente aunque se notaba
su hostilidad disimulada con gestos de afecto estudiado. Como tengo tanto
trabajo hecho frente a la opresión, di un salto y me desligué de ella
interiormente. Cuando me tocó constelar ella estaba trabada y yo volví a
experimentar algo parecido a lo de aquel 12 de diciembre. Vi todo con una
claridad impresionante que me dio mucha alegría. Me fui de ese lugar sabiendo
que iba a superar lo que necesitaba superar
porque ya había “visto”. La energía escoge el canal más apto en una
determinada situación. Fui protegida por esa energía para que en este caso esta
persona no siguiera agrediéndome resguardada en el acto falso de decir una
verdad. Lo llamativo es que no
consultaba a los representantes que no se sabía para qué habían estado allí y
decía cosas vinculadas a su propia historia. Tampoco hizo reparación final a través de la
palabra. Resulta imprescindible
en estos tiempos de caída del patriarcado escoger a nuestros facilitadores,
cualquiera se erige en líder, pero son pocos los verdaderamente aptos. Muchos de estos facilitadores necesitan una
terapia básica psicológica para encarar luego su camino hacia una mayor
conciencia. Disminuir nuestro ego es una tarea que cada uno de nosotros debe
llevar a cabo. Es la clave porque ego es una falsa identificación, es una
necesidad de supremacía ante los demás en algún aspecto, es no conectarnos
desde nuestro ser sino desde nuestra mente, un ego inflado se manifiesta de
tantas maneras que enumerarlas sería una torpeza de mi parte. Ojalá yo pueda
verme, ojalá yo y cada uno pueda conectarse con algo más grande que esta
pequeña personalidad, algo que nos trascienda.