Es curioso, yo estaba
hablando por teléfono con una persona que de pronto me comenta que se dice de
alguien que es muy arrogante, pero que a ella eso no le importa. Me quedé
pensando, ¿por qué el ego en una determinada persona es algo que me produce esa
sensación tan desagradable? Me pregunté primero antes que nada si no era un
rasgo mío que no toleraba verlo reflejado afuera. Y no, no era eso. La pregunta
me siguió rondando. Cuando alguien centra todo en su persona se siente una
energía de desplazamiento, algo poderoso entorpece lo que antes se respiraba
con fluidez. A mí no me molesta personalmente sólo que comienzo a preguntarme
dónde está el centro, qué está pasando con la energía. Cuando detecto un primer
signo siento un movimiento veloz y violento. Obviamente me recuerda figuras
familiares, eso de “¡Aquí estoy yo, aquí estoy yo!”. El yo, sin duda, ha sido
sobrevalorado en nuestra época como una suerte de eje monumental alrededor del
cual todo debía seguir girando. Basta con mirar las propagandas televisivas.
Desde pequeña me costó mucho configurar mi propio lugar frente a personas que
tenían esas actitudes ¿Pero ahora qué sucede? Quiero alejar este asunto de la
esfera de mis propias emociones para profundizar, entender por qué las actitudes egoicas interfieren tanto en la
vida plena de todos los días. Se me
ocurrió reflexionar que tal vez produzca
tanto escozor para quienes intentamos alinearnos en el camino del ser es ver
que una persona se identifica con aspectos pasajeros de su personalidad y que
pretende erigirlos como superiores, ya sabemos que el ego escoge para
alimentarse y afianza el abolengo, las destrezas sociales, el poder económico o
intelectual, todos rasgos efímeros. Allí es cuando un sistema de valores que
intenta autosustentarse flaquea: el mundo tiene su peso sobre nosotros y
necesitamos reforzar la senda genuina a cada paso. Es tan penoso ver a alguien
aferrado a lo que pronto se desintegra. Estar cerca de una persona
excesivamente egocéntrica es como si nos tragara todo el espacio, todo el aire,
¿pero esto es algo que me ocurre solamente a mí? Y lo peor es que interfiere
tanto energéticamente que pareciera que no se puede pensar con claridad. Algo más sucede con mis pensamientos, se
achatan, no encuentran dimensión para conectarse, comienza a producirse un
aplanamiento tan grande y entonces me digo: es porque el eje de verticalidad de
la persona que está a mi lado no permite una expansión horizontal. Es lo
inmediato que se me ocurre siguiendo el concepto de patriarcado versus
pensamiento expansivo. Sin embargo sospecho que hay algo más. Experimenté la cercanía incluso en un espacio
cerrado con un ser como Sai Baba, su campo mental inconmensurable abrió mi
propio campo mental. Es muy difícil transmitir
esto si no ha sido vivenciado. Recordé las anécdotas sobre la vida de Santa Teresa de Jesús que solía levitar y que
por irradiación de su campo mental provocaba que las empleadas que limpiaran
entraran en el mismo estado. Obvio que la cercanía con una persona totalmente
enfocada en su propio ego estrecha mi propio campo. Sin ir al ejemplo extremo
de la presencia de un Avatar como Sai Baba, basta mencionar mis experiencias de
Reiki o Magnified Healing, la energía se expande, los egos quedan relegados y
todo es un elevarse maravilloso. Esa persona que cae al suelo por efecto de la
energía recibida en Magnified Healing sirve como metáfora de cómo el ego queda en un segundo plano, se pierde la verticalidad, se horizontaliza el cuerpo. Escribí alguna vez que un cuerpo acostado es un cuerpo fuera del mundo y sus intereses. Sin embargo
esto no me basta, hay algo más en este modo de operar el ego centrado en la
conciencia individual de un modo muy acentuado que nos afecta a todos y claro,
el ego necesita del discurso como recurso de autoafirmación. Al aparecer la
palabra todo se potencia. La manera en que nuestro ego habla, enfático y
cortante, engolosinado con su propio concepto de persona endiosada, sapiente y
sin vacilación, lastima. Pareciera estar diciendo que Dios no existe en cada
vocal pronunciada. El desplazamiento del eje se ha realizado con tanta intensidad
que una fuerza opera en nuestra conciencia. Porque además
tenemos siglos detrás en los que fueron declaradas guerras y se realizaron
atrocidades hacia los seres humanos apoyados en esta actitud, como no podía ser
de otra manera. Si hay conocimiento, es decir si hay conciencia porque la
conciencia se alimenta del saber sobre uno/a mismo/a y así se amplía, hay amor.
El ego desmedido es un acto de violencia en tanto la violencia es quebrantar la
ley del amor. Amor y conocimiento son sinónimos, sólo el conocimiento nos puede
abrir las puertas del amor sincero y desinteresado, violencia e ignorancia se
presuponen la una a la otra. En la actitud egoica hay ignorancia y hay
violencia. Eso es lo que lo lastima, supongo. Quizá no me lastime tanto como cuando veo
la imagen donde se mata o tortura a un animal, pero lastima. El mundo necesita
menos dolor, más conocimiento, y con el conocimiento habrá más personas felices
y menos depredación planetaria. Me pregunto hasta dónde necesitaremos desplazar
el eje que ha sido colocado en nuestra propia persona para que nuestro ser
luminoso pueda manifestarse.
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