Leo en
Un curso de milagros: Nada de lo que me rodea me es ajeno. Recuerdo la frase
que solía repetirme mi reflexólogo holístico: El afuera es el adentro
expandido. Y ya sabemos la famosa aseveración de que somos creadores de nuestro
mundo. “Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. El otro, mi
semejante me está mostrando lo que soy en un espejo a veces invertido. Como
campo electromagnético que soy -y que todos somos- atraigo desde mi centro de
gravedad por afinidad aquello que me rodea y, por una básica ley de
correspondencia, lo que me rodea vibra en consonancia con lo que soy. El
trabajo principal que se realizaba en Prashanti Nilayam en la India era justamente ese:
ver de qué modo materializábamos el estado de nuestra mente. Sai Baba
representaba nuestra conciencia superior y expresaba para cada uno de nosotros
en su juego aquello que necesitábamos descubrir de nosotros para profundizarlo,
de este modo Sai Baba era nuestro espejo y nuestra sombra. Por eso las
materializaciones de objetos, anillos en su mayoría, tenían un sentido que
respondía al proceso de aprendizaje de la persona que recibía el objeto o
presenciaba la materialización. En otras palabras: aprender a mirarse en el
espejo del mundo. Para mí esta correspondencia entre el adentro y el afuera es
la clave de estos tiempos. Pareciera que las personas no supieran que su
persona no termina en su cuerpo o en su campo áurico, desde la suciedad que hay
en las grandes ciudades que es el entorno que construimos y habla de lo que
somos hasta el enojo cotidiano. Yo diría que el enojo justamente es la
expresión de este desconocimiento, de esta falta de responsabilidad que supone
estar creando nuestro mundo circundante. Vamos produciendo símbolos en el mundo mientras
vivimos y hay señales que marcan el proceso de nuestra evolución. Sin embargo
aunque ese afuera es parte de lo que somos no lo registramos como tal y
entramos en lucha, el enojo es la expresión de esa lucha. El enojo tiene
múltiples maneras de manifestarse y de mostrarse también de múltiples maneras.
Enojo es fastidio, irritabilidad, falta de aceptación, odio, resentimiento,
todo tiene su origen en el enojo. Y el
enojo nace porque creemos que el afuera nos es ajeno. Y lo más curioso es que
nosotros lo estamos construyendo. En estos últimos días he escuchado a personas que se quejan de sus
empleados, de sus amigos, de su familia, de la gente que anda por la calle como
si en principio no hubiesen sido atraídos por una parte de su propia persona.
Louise Hay afirma que somos responsables de la gente que atraemos a nuestra
vida. Es un rasgo de egocentrismo
limitar lo que somos a una porción tan reducida a la palabra “yo”. Si nos
separamos del entorno y nos diferenciamos de él vivimos en la dualidad, dejamos
de integrarnos a un sistema mayor del cual formamos parte. Y así perdemos la
perspectiva de las conexiones que nos permiten comprender cómo funciona el
universo. Esa es la clave principal de estos tiempos, percibo como una suerte
de ceguera y una lucha sorda en la gente que se queja del afuera una y otra vez
y en casi todos los casos aquello que es cuestionado suele ser su rasgo
fundamental de carácter. Aquello que critico es lo que más necesito modificar
en mí De un modo inevitable me surge la
imagen de San Francisco de Asís que había comprendido esta premisa
perfectamente, en la película sobre su vida dirigida por Liliana Cavani hay una
escena estupenda en la que el personaje de Francisco descubre que pudo vencer
el rechazo, que por fin ama todo, acepta todo como parte de una unidad que no
tiene contradicciones en sí misma. Así como un sistema ecológico no puede
prescindir de sus elementos sin perder su armonía, el universo también y
nuestro sistema de vida personal, en absoluta consonancia con esa ley que todo
lo rige.
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