Ya todos los saben: Los argentinos nos
desayunamos con la noticia de que el Cardenal Bergoglio fue elegido Papa. Esto trajo
toda clase de opiniones y de reacciones. Curiosamente las personas carenciadas
que viven en villas de emergencia de nuestro país lo festejaron y sectores de
la intelectualidad criticaron la figura del Papa electo, lo que no ha hecho más
que destacar la clásica desunión del pueblo argentino. La falta de unidad
conduce tarde o temprano inevitablemente a la guerra, guerra de las conciencias
primero y luego guerra de las armas. La guerra de las armas no podría existir
sin la división en el interior de las
conciencias individuales. Y la guerra, quién puede desconocerlo, es una gran
industria del capitalismo que da ganancias como cualquier otra industria a
determinados sectores. En su homilía
durante el acto de asunción, el Papa Francisco Primero priorizó la necesidad de
cuidarnos entre nosotros, de cuidar al planeta. En la idea de cuidar está lo
opuesto de la guerra y de la división. Supongo que los seres humanos no somos
conscientes de que vivimos en una profunda escisión interior que socava nuestra
vida y el mundo en el que vivimos y del cual nos nutrimos. Siento profundamente
que la elección de este Papa es una gran
oportunidad para el pueblo argentino, para nuestro gobierno y por supuesto para
toda Latinoamérica. A los argentinos se nos ha endilgado el rasgo de pedantería,
esta muestra de humildad del pontífice nos
viene muy bien, aunque claro, ese es un rasgo del porteño, del nacido en Buenos
Aires y no de todo el país, un país heterogéneo desde donde se lo mire:
culturalmente, geográficamente, ideológicamente, decimos que los argentinos
descendemos de los barcos, tanto es así que debí buscar mi identidad en mi
bisabuelo italiano ante la crisis continua de este ser argentino. Por otra
parte un Papa que como él mismo dijo al
que fueron a buscar al fin de mundo nos recuerda esta sensación de australidad,
de estar cayéndonos del mapa que quizá sea la causa de la endilgada pedantería
que es en realidad un complejo de inferioridad encubierto. Siempre nos hemos
sentido tan lejos de todo los argentinos que esta vez, ubicados de refilón a través de la figura de
un Papa en el escenario del mundo, no salimos de nuestra perplejidad y emoción.
Los vaticinios e interpretaciones políticas sobre esta elección han sido
muchos, pero el Universo no se rige únicamente por estas leyes, hay
una fuerza superior, hay un plan. Cuando el Papa nos pide que recemos por él
está aludiendo a ese otro plano en el que operan todas las religiones, nos está
invitando a tener un pie aquí y el otro allá, a reconocer el poder del trabajo
enérgetico, a no limitarnos a las estrechas tres dimensiones para actuar sobre
el mundo. Personalmente me siento cercana a la visión de este Papa, educado
como fui educada yo por mi abuelo italiano, en la austeridad, en el bajo
perfil, en la confianza en el trabajo, en socorrer a los débiles, reconozco sin embargo que me falta una
distancia para hablar de este hecho, hoy, en el día de la asunción del antiguo
cardenal Bergoglio devenido en Papa, sólo puedo decir que estoy conmovida,
desde esta australidad que tal vez nos permite ver desde otra perspectiva al
mundo entero.
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