Cuando hablo del modelo de victimización y culpa no me refiero a la
clásica situación en la que una persona le dice a otra que le arruinó la vida o
le hizo mal, al mejor estilo del tango ciudadano. Eso lo conocemos y es yo
diría un paso más allá de algo que está más acá: Todo lo que nos ocurre es una
extensión de nuestra interioridad, o lo que es lo mismo: el afuera es el
adentro expandido. Escucho con frecuencia ciertas frases que tienen un dejo de
lamento como “no me invitaron aquí o a allá” “Yo esperaba que los hechos fuesen
diferentes” “¡Quién iba a decirme que yo tendría que vivir semejante situación
espantosa! y cosas así. Sencillamente no nos estamos haciendo
responsables de nuestra vida y de alguna manera nos victimizamos pero ya no
frente a un otro de carne y hueso sino frente al Universo, las circunstancias,
la vida o lo que fuere. Concebimos el suceder del mundo como el efecto de algo
externo a nosotros y no como la manifestación de lo que somos. Del mismo modo
en que los chinos afirman que nuestra casa en sentido arquitectónico es nuestra
segunda piel, el mundo es nuestra extensión, la extensión de nuestros pensamientos.
Podríamos decir en este sentido que el mundo es una pantalla donde se reflejan
nuestras emociones. Si nos detenemos a mirarnos por dentro y dejamos un poco de
manifestar deseos que es en realidad el movimiento opuesto a la auto indagación,
notaremos que nada es fortuito que todo es causal, que se está produciendo
continuamente una sincronicidad de la que somos autores. No sólo nadie nos hace
nada que nosotros no hayamos propiciado antes con nuestros anhelos, ilusiones
rotas, programaciones de vidas anteriores o fortalecimiento de un paradigma
personal sino que estamos invitando a los demás seres y al Universo todo a que
responda a esa configuración que parte de nosotros mismos como un centro de
gravedad en el cual orbita el llamado mundo. Por eso no hay separación entre el
mundo y nosotros, todo es continuidad, todo es relacional. Y entonces a qué o a
quién le vamos a reclamar una conducta o una consecuencia diferente a la
plasmada. Hasta las características del amigo que atraigo a mi vida es una
parte de lo que yo soy, a veces por oposición extrema lo que está hablando de
mi necesidad de equilibrar las polaridades, ni hablar de la pareja que es mi
sombra en sentido junguiano.
No es
extraño que sigan apareciendo líderes negativos, carismáticos pero devoradores
de la energía ajena que nos prometen salvaciones porque esto responde al mismo
esquema del modelo de victimización y culpa que suele ir más allá y hacer
responsables a nuestros padres. Nada de eso es verdad. Si el Universo tiene un
propósito y un plan, nosotros también traemos un camino a transitar donde
nuestros padres y las circunstancias son actores que nos permiten llevarlo a
cabo. La idea del líder que viene a salvarnos es la contrapartida necesaria de ese concepto de que algo o alguien nos
perjudica fuera de nuestra voluntad y decisión personales. El poder está dentro
de nosotros, dice Louise Hay, pero no en la forma de un modelo patriarcal que
se impone al afuera porque adentro y afuera son, como bien sabemos, una
continuidad. Esto ya está avalado por la ciencia desde la física cuántica.
Cuando descubrimos hasta qué punto todo lo que nos ocurre en la vida es una
materialización de nuestro ser interno, de la fuerza de nuestras creencias y
pensamientos a lo mejor comenzamos a ser libres por primera vez.
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