De
algún modo siento que el Reiki es un camino de regreso. De regreso a aquella
forma de vida que involucraba otros planos integrándolos a nuestro quehacer
cotidiano. El Reiki retoma corrientes chamánicas japonesas que se vinculan a
las antiguas prácticas de las llamadas brujas medievales que en Occidente
conocían los secretos para curar y restituir el equilibrio con yuyos, piedras,
oraciones, símbolos, danzas, las que fueron quemadas en la hoguera por la Inquisición. La
misma corriente chamánica de nuestros pueblos originarios aquí en América.
Resulta interesante que el origen del Reiki se mezcle con la leyenda cuando
ocurrió no hace mucho, ya que ni siquiera ocurrió hace más de cien años la mítica escena de Micao Usui en el monte
Kurama donde pasa sus gloriosos veintiún
días y recibe los símbolos que son la base de esta práctica. Y precisamente
porque contiene tanta caudal transformador que esto ocurrió y no porque la señora Hawayo Takata haya querido ocultar,
inventar o encubrir puesto que todo nos
ha llegado a través de ella que fue quien trajo el Reiki a Occidente en
vísperas de la segunda guerra mundial.
Es
bastante significativo que ahora que el Reiki se ha extendido globalmente
ayudando a muchas personas a descubrir la existencia de los planos sutiles
operando en este mundo tridimensional, siendo ni más ni menos que la matriz de
la materia del mismo modo que el cuerpo sutil humano es la matriz del cuerpo
físico y por lo tanto es donde se forja primero lo que luego se manifestará
materialmente, digo ahora que este saber se está extiendo en forma práctica
ayudando a tanta gente a expandir su conciencia, surjan personas que lo
cuestionen, que digan que está perimido, que hay otras prácticas más rápidas
etc., etc., etc. No todo lo rápido es
mejor y el tiempo que ofrece el Reiki permite un estado de meditación
compartida por quien canaliza y quien recibe. Me pregunto por qué una cosa
tiene que anular la otra. Y enseguida me surge como respuesta que este es un
mecanismo del viejo paradigma que por ser verticalista planteaba que era una
cosa o la otra, no permitía la convivencia de lo diverso. El nuevo paradigma se
apoya en la consigna opuesta: Es esto más esto más esto otro y no esto en vez
de aquello otro. Al menos a mí en el caso del Reiki me ocurre que habiendo
alcanzado también la maestría de Magnified Healing como la del Reiki, no
excluyo al Reiki en mi práctica sino que empleo una u otra técnica según las
circunstancias. Me da la impresión de que aún no hemos abandonado el viejo
concepto de la guerra tan típico de la era pisciana. Siempre se trata de
batallar, de imponer una cosa sobre otra, la guerra ha sido el sostén del viejo
sistema, una guerra no sólo expresada en los campos de batalla concretos sino
en la cotidianeidad de las relaciones humanas en el trabajo, en el hogar, en
las conciencias. Me salta una frase del Curso de milagros: “Todo lo que no es
paz es ego”. Detrás de la impugnación tajante, taxativa a una técnica está el
ego que recorta, que limita, que enfrenta. La verdad siempre se encuentra en la
experiencia. Y la experiencia a mí me ha indicado y me sigue indicando que con
un Reiki bien hecho, al que le agregué gemoterapia, la persona que recibe la
energía Reiki puede cortar lazos, tener una apertura espiritual, disolver
sombras y canalizar información que el practicante de Reiki percibe en el mismo
instante demostrando así que no existe separación, que todos somos uno. Estamos
comenzando este siglo XXI que se caracteriza por abrir el canal que permite que
lo diferente conviva con lo diferente para que la experiencia de unidad sea un
hecho irrefutable. El Reiki es una herramienta estupenda que se enriquece día a
día conectándonos con el pasado y el futuro al mismo tiempo de maneras
insospechadas.
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