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martes, 27 de marzo de 2012

SILENCIO Y SOLEDAD


                                                    
    Tengo que admitir que mi relación con la palabra no es sencilla. Si bien he descubierto la maravilla del silencio interior mediante  el ejercicio cotidiano de diferentes prácticas espirituales, como occidental con una formación educativa racionalista, suelo desbordarme socialmente mediante el uso de la palabra. En mi estudio tengo una pizarra donde escribí una frase que se encuentra en el comedor de Prashanti Nilayam, el ashram de Sai Baba en Puttaparthi, sur de la India. Y es la siguiente:
  “Antes de abrir la boca para hablar piensa si lo que vas a decir será útil, necesario, verdadero, si no hará daño y si mejorará el silencio”.
   

 Este reportaje fue extraído de “Enseñanzas espirituales” y quien responde es Ramana Maharshi (1879-1950)


 -¿Es útil un voto de silencio?
- El silencio interior es auto-entrega. Y auto-entrega es vivir sin el sentimiento del ego.
-La soledad, ¿es necesaria para un Sannyasin?
-La soledad está en la mente de un hombre. Uno puede estar en el centro del mundo y sin embargo mantener una perfecta serenidad; una persona así está siempre en soledad. Otro puede estar en el bosque, y aún así, ser incapaz de controlar su mente. Entonces no se puede decir que esté en soledad. La soledad es una actitud del ánimo,; un hombre apegado a las cosas de la vida no puede alcanzar la soledad, no importa dónde esté. Un hombre desapegado está siempre en soledad.
-¿Qué es Mouna?
-Aquel estado que trasciende el discurso y el pensamiento es Mouna; es meditación sin actividad mental. El sometimiento de la mente es meditación: la meditación profunda es eterno discurso. El Silencio habla perpetuamente; es el fluir perenne del “lenguaje”, interrumpido por el habla, porque las palabras obstruyen este “lenguaje” mudo. Una conferencia puede mantener entretenida a la gente durante horas, sin mejorarla. El silencio, por otra parte, es permanente y beneficia a la humanidad entera. Silencio significa Elocuencia. La expresión oral no es tan elocuente como el Silencio. El Silencio es Elocuencia incesante… Es el mejor Lenguaje.
    Hay un estado en el que las palabras cesan y el Silencio prevalece.
-¿Cómo podemos comunicarnos uno a otro nuestros pensamientos?
-Eso es necesario si el sentimiento de dualidad existe…
¿Por qué Bhagavan no sale a predicar la Verdad a todo el pueblo?
-¿Cómo sabes que no lo hago? ¿Acaso predicar consiste en treparse a una plataforma para arengar a la gente que hay alrededor? Predicar es simple comunicación del Conocimiento; realmente sólo se puede hacer en Silencio.¿Qué piensas de un hombre que se pasa una hora escuchando un sermón y después se va sin que lo que oyó le haya impresionado lo bastante como para cambiar de vida? Compáralo con otro que se mantiene ante una Presencia santa y pasado un tiempo se va, con un visión de la vida totalmente cambiada. ¿Qué es mejor, predicar en alta voz sin efecto alguno o permanecer en silencio enviando hacia fuera la Fuerza Interior? Y además ¿cómo surge el discurso? Hay un conocimiento abstracto, del cual surge el ego, que a su vez da origen al pensamiento, y éste a la palabra hablada. De modo que la palabra es bisnieta de la Fuente originaria. Si la palabra puede producir efecto, ¡juzga por ti mismo cuanto más poderosa debe ser la Plegaria a través del silencio! Pero la gente no entiende esta verdad simple y desnuda, la verdad de su experiencia cotidiana, siempre presente, eterna. Es la Verdad del Sí-mismo. ¿Hay quien no se percata del Sí- mismo? Pero no les gusta siguiera oír hablar de esta Verdad, en tanto que están ansiosos por saber qué es lo que hay más allá, de saber sobre el cielo, el infierno, la reencarnación.
Porque aman el misterio y no la Verdad, las religiones les sirven hasta que terminan por llevarlos al Sí-mismo. Sea cual fuere el medio que adoptes, finalmente debes regresar al Sí-mismo, ¿por qué no instalarse aquí y ahora en el Sí-mismo? Para ser un espectador del otro mundo, o para hacer conjeturas sobre él, es necesario el Sí-mismo; por consiguiente, ellos no son diferentes del Sí-mismo. Incluso el ignorante, cuando ve los objetos, no ve más que el Sí-mismo.
                                     (Gentileza de la publicación “Derecho Viejo”-
                                        año 11, Número 123. Febrero 2012. Buenos Aires.)


Ramana Maharshi nació con el nombre de Venkata Ramana (‘la que da placer a Venkata’, la diosa Lashmi, consorte del dios Vishnú. Desde su juventud, se le empezó a llamar maharshi, ‘gran sabio’ (siendo mahā: ‘grande’; y rishí: ‘sabio’). También se le otorgó la denominación Bagaván  (Señor, ‘el que aporta prosperidad’).Había nacido en una aldea llamada  Tiruchuzhi, cerca de Madurai, en el sur de la India. Cuando tenía doce años falleció su padre, policía de profesión, y se fue a vivir con su tío a Madurai, donde asistió brevemente al instituto American Mission (misión estadounidense). A los dieciséis años, oyó a alguien mencionar la colina Arunachala. Aunque él no sabía el significado de la palabra (es el nombre de una colina sagrada asociada a la divinidad hindú Shiva) sólo oir este nombre causó un impacto en él. Por aquel entonces se hizo con una copia del Periyapuranam de  Sekkilar,  un libro que describe las vidas de los santos  shivaistas  (adoradores del dios  Shiva). Ramana decía que hasta ese momento esa fue la única obra religiosa que había leído; despertó en él cierta curiosidad por el fenómeno religioso, que desconocía completamente.A mediados de 1896 (a los 17 años), tuvo su primera experiencia sobrenatural: fue súbitamente abordado por el sentimiento de que iba a morir. Se acostó en el suelo, convencido de su muerte, retuvo la respiración y se dijo: «Mi cuerpo está muerto, pero yo aún vivo». Así alcanzó un espontáneo atma gñana (‘conocimiento del alma’): se dio cuenta de que él no era el cuerpo, sino el ser. Algunos autores dicen que alcanzó el samadhi tras severas penitencias, pero Ramana negó siempre este extremo: «No tuve período preparatorio o purgativo de ningún tipo [...] no tenía idea de lo que era la meditación. [...] El ser no es realizado por la acción de nadie, sino precisamente cuando contenemos nuestro deseo de actuar, nos quedamos quietos y silenciosos y somos lo que realmente somos».