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jueves, 21 de noviembre de 2013

LA CLAVE DE ESTOS TIEMPOS


                    

   Leo en Un curso de milagros: Nada de lo que me rodea me es ajeno. Recuerdo la frase que solía repetirme mi reflexólogo holístico: El afuera es el adentro expandido. Y ya sabemos la famosa aseveración de que somos creadores de nuestro mundo. “Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. El otro, mi semejante me está mostrando lo que soy en un espejo a veces invertido. Como campo electromagnético que soy -y que todos somos- atraigo desde mi centro de gravedad por afinidad aquello que me rodea y, por una básica ley de correspondencia, lo que me rodea vibra en consonancia con lo que soy. El trabajo principal que se realizaba en Prashanti Nilayam en la India era justamente ese: ver de qué modo materializábamos el estado de nuestra mente. Sai Baba representaba nuestra conciencia superior y expresaba para cada uno de nosotros en su juego aquello que necesitábamos descubrir de nosotros para profundizarlo, de este modo Sai Baba era nuestro espejo y nuestra sombra. Por eso las materializaciones de objetos, anillos en su mayoría, tenían un sentido que respondía al proceso de aprendizaje de la persona que recibía el objeto o presenciaba la materialización. En otras palabras: aprender a mirarse en el espejo del mundo. Para mí esta correspondencia entre el adentro y el afuera es la clave de estos tiempos. Pareciera que las personas no supieran que su persona no termina en su cuerpo o en su campo áurico, desde la suciedad que hay en las grandes ciudades que es el entorno que construimos y habla de lo que somos hasta el enojo cotidiano. Yo diría que el enojo justamente es la expresión de este desconocimiento, de esta falta de responsabilidad que supone estar creando nuestro mundo circundante. Vamos  produciendo símbolos en el mundo mientras vivimos y hay señales que marcan el proceso de nuestra evolución. Sin embargo aunque ese afuera es parte de lo que somos no lo registramos como tal y entramos en lucha, el enojo es la expresión de esa lucha. El enojo tiene múltiples maneras de manifestarse y de mostrarse también de múltiples maneras. Enojo es fastidio, irritabilidad, falta de aceptación, odio, resentimiento, todo tiene su origen en el enojo. Y el enojo nace porque creemos que el afuera nos es ajeno. Y lo más curioso es que nosotros lo estamos construyendo. En estos últimos días  he escuchado a personas que se quejan de sus empleados, de sus amigos, de su familia, de la gente que anda por la calle como si en principio no hubiesen sido atraídos por una parte de su propia persona. Louise Hay afirma que somos responsables de la gente que atraemos a nuestra vida. Es  un rasgo de egocentrismo limitar lo que somos a una porción tan reducida a la palabra “yo”. Si nos separamos del entorno y nos diferenciamos de él vivimos en la dualidad, dejamos de integrarnos a un sistema mayor del cual formamos parte. Y así perdemos la perspectiva de las conexiones que nos permiten comprender cómo funciona el universo. Esa es la clave principal de estos tiempos, percibo como una suerte de ceguera y una lucha sorda en la gente que se queja del afuera una y otra vez y en casi todos los casos aquello que es cuestionado suele ser su rasgo fundamental de carácter. Aquello que critico es lo que más necesito modificar en mí  De un modo inevitable me surge la imagen de San Francisco de Asís que había comprendido esta premisa perfectamente, en la película sobre su vida dirigida por Liliana Cavani hay una escena estupenda en la que el personaje de Francisco descubre que pudo vencer el rechazo, que por fin ama todo, acepta todo como parte de una unidad que no tiene contradicciones en sí misma. Así como un sistema ecológico no puede prescindir de sus elementos sin perder su armonía, el universo también y nuestro sistema de vida personal, en absoluta consonancia con esa ley que todo lo rige.


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miércoles, 6 de noviembre de 2013

ESTRUCTURAS HORIZONTALES O VERTICALES


                    
                                       La pequeña torre de Babel de Peter Bruegel el viejo 1563     

Todo, ya sea un grupo humano,  familia, pareja o un conjunto de células necesita un modo de funcionamiento. Todo lo que nace, vive y se desarrolla en función del conjunto,  muere cuando es ineludible para que el sistema se renueve y así dar lugar a  la transformación y, por supuesto, pasa necesariamente por etapas en las que se mantiene constante. Lo contenedor o grande es la estructura,  su mínima expresión son los átomos. Los átomos,  tanto en los organismos vivos como en la materia, están en movimiento continuo, ese movimiento se acopla al movimiento de las estructuras que lo contienen. Esas estructuras necesitan de un sistema que es  la manera en que los elementos que la integran se relacionan en el movimiento.  Hay sistemas ligados al funcionamiento de la naturaleza, del universo, que siguen un patrón horizontal, vale decir en el que todos  sus componentes se interrelacionan armónicamente y cumplen su función. La horizontalidad en su forma de relacionarse les permite precisamente interactuar sin imponerse uno sobre otro, sin aplastarse digamos en términos metafóricos. Por otro lado hay un sistema de modalidad vertical que se rige por el predominio de un elemento  sobre los restantes  que determina las peculiaridades de  su comportamiento, los restantes se subordinan a este mandato. Hemos vivido en sociedades que pertenecen a este último  modelo de comportamiento, la perspectiva histórica nos permite reconocer la llamada era pisciana que se perfila ya en sus finales con sus guerras, enfrentamientos, colonialismos, países dependientes del poder omnímodo de los imperios de turno y  las comprensibles derivaciones de lo que eso trae aparejado. Este modelo político ha tenido  inevitablemente su correlato en los grupos humanos, como no podía ser de otra manera, por una simple ley de correspondencia. Así las familias, las organizaciones, las parejas y los distintos grupos humanos se alinearon a  este modo de funcionamiento a la que las feministas llamaron “patriarcal”. Las consecuencias de este funcionamiento las hemos visto en los  continuos desequilibrios y  en el sufrimiento humano.  Ante todo este sistema patriarcal de prevalencia de energía masculina contraría las leyes naturales, el de energía femenina, horizontal y los resultados están a la vista y se ha hablado ya mucho de ellos por las alteraciones en los ecosistemas, el clima etc. etc. etc. El problema es que aún, los humanos estamos viviendo los coletazos de un sistema patriarcal que hace agua por los cuatro costados y lo seguimos padeciendo aunque proclamemos estar encaminados en sendas espirituales o en la militancia del medio ambiente o en la profundización de terapias psicológicas modernas. Seguimos atrapados en el viejo modelo porque el cambio se produce en etapas, en ciclos y al parecer por ahora no se ha producido la posibilidad de que la conciencia colectiva dé un salto absoluto y lo comprenda todo. Así es que yo misma me he visto inmersa en grupos en los que la característica predominante ha sido el poder del coordinador que cobijándose en una supuesta regla disciplinaria intentaba controlar a los asistentes, restringirlos, achicar su aura, limitarlos en nombre de algo superior. Ese conocimiento superior sin duda existía, invocarlo nos involucraba a todos, el problema es que el sistema de funcionamiento grupal desdecía esos principios superiores porque la coordinación de ese grupo humano  se establecía  bajo las viejas pautas. Por ese motivo  el grupo se articulaba manteniendo  la relación exclusivamente entre cada uno de los integrantes y el polo de poder que estaba en la cúspide, el del coordinador.   Grupos regidos por este  tipo de sistema producen un fenómeno lamentable: inhiben la  vinculación entre sus miembros porque  esa es la característica propia del modelo patriarcal: funcionar  en relación con el vértice; basta observar el modelo militarista para comprenderlo. Así, abolida la relación horizontal,  los integrantes del grupo no se  perciben  entre sí, todo gira en torno a la decisión de la coordinación. En muy común en estos grupos que cuando un integrante se va,  cuando abandona el grupo, la angustia, natural y humana que  suele producirse en los que permanecen en el grupo sean negadas. No hay reconocimiento de las identidades particulares. En términos muy modernos se habla de comportamiento sectario, sin llegar a los extremos de las sectas religiosas más radicales,  sin embargo en grupos humanos religiosos o no se reproduce en menor grado el mismo comportamiento. El justificar cada una de las actitudes en nombre de un poder superior le permite al coordinador actuar de controlador y regidor de las conductas. Nadie puede estar en contra de la disciplina, pero la disciplina no es represión, reconocer la diferencia es la condición fundamental que permite diferenciar un grupo de estructura horizontal de uno vertical.  En un grupo de estructura horizontal existen las voces individuales. Cuando un coordinador exige silencio, habla todo el tiempo de sí mismo, pontifica las conductas de unos y repudia las de otros aunque sea encubiertamente, está dividiendo al grupo y ensalzando su figura, en tanto se presenta como depositario de un saber. Estos son típicos recursos empleados para sostener el sistema patriarcal. Y desde ya no está ausente la crítica que opera como anulador de uno de los polos, en vez de integrarlos  el resultado de esta crítica es el sometimiento.   La crítica suele estar dirigida generalmente a los que no pertenecen al grupo o los que lo abandonan,    mediante este recurso el mal  o el error se coloca afuera. Se impone la dualidad que encierra a los integrante en una suerte de cárcel o sistema cerrado. Es importante destacar que sin  el ingrediente básico de la crítica este modelo no se sostiene. Quien critica se ubica en el lugar de autoridad incuestionable. Claro que, por supuesto, una vez instalado el recurso de la crítica, esta se desplaza de uno a uno entre los integrantes y se convierte en un estilo de relación. El juicio de valor, la condena y la rivalidad entre compañeros se instala. La idea del mal y del bien perfectamente delineada, bipolar  apuntala el andamiaje verticalista. Entonces todo se basa en la mente, en las ideas y van desapareciendo poco a poco la solidaridad, las muestras de ternura y la competencia y la autoafirmación del ego individual como espejo del coordinador prevalecen. Recuerdo la educación de mi escuela primaria y hasta del catecismo  que respondía a este modelo que ha dado muestras no sólo de destruir al planeta, porque va en contra de toda lógica natural de funcionamiento sino que ha destruido familias, personas, emprendimientos, países. Por fortuna le queda poco tiempo al patriarcado, sin embargo debemos reconocer que en este tiempo maravilloso de grandes cambios aún estamos aprendiendo a despedirnos de él.
      No es casual que en este momento de desarticulación del modelo rígido de energía masculina se refloten los fundamentalismos en sus muchas variantes, es el manotazo de ahogado del sistema, sus coletazos  finales antes de darle cabida a un orden más armónico y respetuoso de la vida. Tengamos en cuenta que las personas somos víctimas de los modelos,   aunque desde ya podemos cambiarlos, decodificándolos,  simplemente tomando conciencia.  Es muy triste cuando estos modelos antiguos se perpetúan en nombre de la evolución de la conciencia o de un supuesto camino espiritual, cuando confiadamente formamos parte de estos grupos creyendo que avanzaremos en nuestro camino de conocimiento y lo único que hacemos es apuntalar  el modelo del viejo paradigma. Es muy doloroso descubrir que lo hemos estado sosteniendo en su agonía. Y de eso  también somos responsables.

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miércoles, 2 de octubre de 2013

REIKI


                                            

   De algún modo siento que el Reiki es un camino de regreso. De regreso a aquella forma de vida que involucraba otros planos integrándolos a nuestro quehacer cotidiano. El Reiki retoma corrientes chamánicas japonesas que se vinculan a las antiguas prácticas de las llamadas brujas medievales que en Occidente conocían los secretos para curar y restituir el equilibrio con yuyos, piedras, oraciones, símbolos, danzas, las que fueron quemadas en la hoguera por la Inquisición. La misma corriente chamánica de nuestros pueblos originarios aquí en América. Resulta interesante que el origen del Reiki se mezcle con la leyenda cuando ocurrió no hace mucho, ya que ni siquiera ocurrió hace más de  cien años  la mítica escena de Micao Usui en el monte Kurama donde  pasa sus gloriosos veintiún días y recibe los símbolos que son la base de esta práctica. Y precisamente porque contiene tanta caudal transformador que esto ocurrió y no porque  la señora Hawayo Takata haya querido ocultar, inventar o encubrir  puesto que todo nos ha llegado a través de ella que fue quien trajo el Reiki a Occidente en vísperas de la segunda guerra mundial.
   Es bastante significativo que ahora que el Reiki se ha extendido globalmente ayudando a muchas personas a descubrir la existencia de los planos sutiles operando en este mundo tridimensional, siendo ni más ni menos que la matriz de la materia del mismo modo que el cuerpo sutil humano es la matriz del cuerpo físico y por lo tanto es donde se forja primero lo que luego se manifestará materialmente, digo ahora que este saber se está extiendo en forma práctica ayudando a tanta gente a expandir su conciencia, surjan personas que lo cuestionen, que digan que está perimido, que hay otras prácticas más rápidas etc., etc., etc.  No todo lo rápido es mejor y el tiempo que ofrece el Reiki permite un estado de meditación compartida por quien canaliza y quien recibe. Me pregunto por qué una cosa tiene que anular la otra. Y enseguida me surge como respuesta que este es un mecanismo del viejo paradigma que por ser verticalista planteaba que era una cosa o la otra, no permitía la convivencia de lo diverso. El nuevo paradigma se apoya en la consigna opuesta: Es esto más esto más esto otro y no esto en vez de aquello otro. Al menos a mí en el caso del Reiki me ocurre que habiendo alcanzado también la maestría de Magnified Healing como la del Reiki, no excluyo al Reiki en mi práctica sino que empleo una u otra técnica según las circunstancias. Me da la impresión de que aún no hemos abandonado el viejo concepto de la guerra tan típico de la era pisciana. Siempre se trata de batallar, de imponer una cosa sobre otra, la guerra ha sido el sostén del viejo sistema, una guerra no sólo expresada en los campos de batalla concretos sino en la cotidianeidad de las relaciones humanas en el trabajo, en el hogar, en las conciencias. Me salta una frase del Curso de milagros: “Todo lo que no es paz es ego”. Detrás de la impugnación tajante, taxativa a una técnica está el ego que recorta, que limita, que enfrenta. La verdad siempre se encuentra en la experiencia. Y la experiencia a mí me ha indicado y me sigue indicando que con un Reiki bien hecho, al que le agregué gemoterapia, la persona que recibe la energía Reiki puede cortar lazos, tener una apertura espiritual, disolver sombras y canalizar información que el practicante de Reiki percibe en el mismo instante demostrando así que no existe separación, que todos somos uno. Estamos comenzando este siglo XXI que se caracteriza por abrir el canal que permite que lo diferente conviva con lo diferente para que la experiencia de unidad sea un hecho irrefutable. El Reiki es una herramienta estupenda que se enriquece día a día conectándonos con el pasado y el futuro al mismo tiempo de maneras insospechadas.


domingo, 5 de mayo de 2013

EL ANTIGUO MODELO DE VICTIMIZACIÓN Y CULPA


       


  Cuando hablo del modelo de victimización y culpa no me refiero a la clásica situación en la que una persona le dice a otra que le arruinó la vida o le hizo mal, al mejor estilo del tango ciudadano. Eso lo conocemos y es yo diría un paso más allá de algo que está más acá: Todo lo que nos ocurre es una extensión de nuestra interioridad, o lo que es lo mismo: el afuera es el adentro expandido. Escucho con frecuencia ciertas frases que tienen un dejo de lamento como “no me invitaron aquí o a allá” “Yo esperaba que los hechos fuesen diferentes” “¡Quién iba a decirme que yo tendría que vivir semejante situación espantosa!  y cosas así.  Sencillamente no nos estamos haciendo responsables de nuestra vida y de alguna manera nos victimizamos pero ya no frente a un otro de carne y hueso sino frente al Universo, las circunstancias, la vida o lo que fuere. Concebimos el suceder del mundo como el efecto de algo externo a nosotros y no como la manifestación de lo que somos. Del mismo modo en que los chinos afirman que nuestra casa en sentido arquitectónico es nuestra segunda piel, el mundo es nuestra extensión, la extensión de nuestros pensamientos. Podríamos decir en este sentido que el mundo es una pantalla donde se reflejan nuestras emociones. Si nos detenemos a mirarnos por dentro y dejamos un poco de manifestar deseos que es en realidad el movimiento opuesto a la auto indagación, notaremos que nada es fortuito que todo es causal, que se está produciendo continuamente una sincronicidad de la que somos autores. No sólo nadie nos hace nada que nosotros no hayamos propiciado antes con nuestros anhelos, ilusiones rotas, programaciones de vidas anteriores o fortalecimiento de un paradigma personal sino que estamos invitando a los demás seres y al Universo todo a que responda a esa configuración que parte de nosotros mismos como un centro de gravedad en el cual orbita el llamado mundo. Por eso no hay separación entre el mundo y nosotros, todo es continuidad, todo es relacional. Y entonces a qué o a quién le vamos a reclamar una conducta o una consecuencia diferente a la plasmada. Hasta las características del amigo que atraigo a mi vida es una parte de lo que yo soy, a veces por oposición extrema lo que está hablando de mi necesidad de equilibrar las polaridades, ni hablar de la pareja que es mi sombra en sentido junguiano.
    No es extraño que sigan apareciendo líderes negativos, carismáticos pero devoradores de la energía ajena que nos prometen salvaciones porque esto responde al mismo esquema del modelo de victimización y culpa que suele ir más allá y hacer responsables a nuestros padres. Nada de eso es verdad. Si el Universo tiene un propósito y un plan, nosotros también traemos un camino a transitar donde nuestros padres y las circunstancias son actores que nos permiten llevarlo a cabo. La idea del líder que viene a salvarnos es la contrapartida necesaria de  ese concepto de que algo o alguien nos perjudica fuera de nuestra voluntad y decisión personales. El poder está dentro de nosotros, dice Louise Hay, pero no en la forma de un modelo patriarcal que se impone al afuera porque adentro y afuera son, como bien sabemos, una continuidad. Esto ya está avalado por la ciencia desde la física cuántica. Cuando descubrimos hasta qué punto todo lo que nos ocurre en la vida es una materialización de nuestro ser interno, de la fuerza de nuestras creencias y pensamientos a lo mejor comenzamos a ser libres por primera vez.

jueves, 4 de abril de 2013

LA VERDADERA SOLEDAD



  Conocemos perfectamente uno de los ritos de iniciación, típicos de las culturas de los pueblos originarios de América, que consiste en que un niño que está a punto de dejar de ser niño para pasar a la etapa siguiente caiga desde la altura a un espacio vacío. Mediante este rito el niño incorpora un conocimiento: deja ya el abrigo de los padres como sostén permanente para experimentar su propia fuerza como sostén principal. En algunos procesos chamánicos de crecimiento interior se utiliza para adultos ya bien crecido el mismo rito. Recuerdo que en un taller que hice una vez la experiencia intentaba incorporar el sentido opuesto: Debíamos dejarnos caer hacia atrás confiando en que uno o varios compañeros nos sostendrían y eso tenía necesariamente que suceder para aprender así a sentirse conectados y apoyados por el grupo.
   Una técnica parecida suele emplearse en los grupos de dependencia a las drogas, alcohol y otras variantes, si bien el compañero se siente sostenido por el grupo y apoyado por un programa a veces se pone dependiente de las personas y traslada a  los demás o al grupo su forma de relación conocida: apegarse a todo, tomar a las personas como sustancias o drogas y no las registra como seres humanos. Entonces de alguna manera es dejado caer en el vacío, se le enseña que debe aprender a estar solo porque todos los sostenes verdaderos están dentro de él, en su interioridad sabia. De lo contrario cambiaría droga o alcohol por un modo de relación no saludable, no genuino con las otras personas. Esa sí es una experiencia de profunda y verdadera soledad, al principio es vivida como abandono y soledad porque  a la persona en cuestión le falta conocimiento, pero sólo así, en contacto consigo mismo mediante ese vacío creado, puede reconocer sus sostenes internos.
En muchas ocasiones en nuestra vida diaria necesitamos recurrir a la experiencia de crear vacío frente a otro. Cuando por ejemplo una persona busca llamar la atención pretendiendo ser el centro de todo, cuando un niño se pone excesivamente demandante por puro capricho, cuando la amiga emplea la autocompasión para ser  atendida de modo permanente sin  poder escuchar al otro al punto de concebirse como un personaje trágico, sin duda no quiere crecer, le resulta cómodo ese rol que se inventó para sí misma que le permite devorar energía circundante. Ese paso al costado que damos es una oportunidad para la persona con el fin de que se escuche a sí misma, se encuentre con su fuente interior y no continúe dando manotazos de ahogado esperando que todo venga de afuera. No hay mayor daño que hacerle creer a alguien que somos sus salvadores, hay mucho ego en nosotros si lo hacemos y mucha vanidad en quien quiere creerlo.
En realidad nunca estamos solos, no existe la soledad desde un punto de vista espiritual, pero sí existe en un tramo, en un pasaje de alguien que se encuentra entre el desconocimiento y la posibilidad de acceder a una zona nueva de sí mismo. Se dice que cuando Cristo estaba en la Cruz y pronuncia la famosa frase: “Padre me has abandonado”,  lo que ocurrió es que estaba dejando de ser Jesús para ser el Cristo, fue un pasaje, dicen que las entidades que lo acompañaron se retiraron para que entidades superiores vinieran a ocupar ese lugar.  Esos momentos de vacío  logran ser en nuestra vida mojones que indican que estamos evolucionando. Experimentamos entonces la soledad, eso que no existe de modo absoluto pero que se presenta como una parte del camino. Compasión no es taparle todos los agujeros al semejante sino ayudarlo a crecer,  el dolor y estos momentáneos estados de soledad  pueden ser el alimento que nutre nuestra evolución.

martes, 26 de marzo de 2013

SIMPLEMENTE ESCUCHAR



                                           

 Que yo recuerdo nunca me resultó fácil escuchar. En mi familia la gente monologaba y como yo era más chica y en aquellos años los niños casi no tenían derechos, debía escuchar. La sensación que tengo fue la de no haber sido escuchada.  Cuando crecí un poco copié los hábitos de mi familia y hablaba hasta por los codos sin registrar al otro. Entonces intenté aprender. No sé si aprendí en realidad. Lo que tengo muy presente fue primero mis sesiones de psicoanálisis durante años donde no era poco frecuente que el psicoanalista dijera: ¿Usted se escuchó lo que acaba de decir? Pero quizá donde se me hizo más interesante el aprendizaje fue en los grupos de autoayuda. En esos grupos una persona no podía hablar cuando el otro estaba hablando, cosa que en mi familia había sido muy común por no decir el modo habitual. Entonces empecé a escuchar de verdad al otro, al menos el tiempo que duraba la sesión del grupo. Y supongo que desde ese momento se me fue haciendo hábito.
    Luego está el tema del teléfono en las grandes ciudades. Durante años fue como un canal entre los amigos. Pero ahora vaya a saber si por mi cambio personal o la existencia de las redes sociales se me volvió una invasión. Y tuve que comenzar a limitarlo. Los recuerdos de personas que literalmente prenden la radio a las que ni siquiera si una suspiró, dijo “sí”  o “no” o carraspeó. Es un inconveniente no verle el rostro al que habla. Con la escritura de las redes sociales es otra cosa, el tiempo de escribir da lugar a uno y a otro alternativamente y al leer la atención se centra con mayor facilidad.
   No en vano en la tradición hindú el Dios Ganesha tiene dos grandes orejas de elefante: el sabio es el que escucha, no el que habla.
    Con los años trato primero de escucharme a mí, de saber qué me pasa. Sospecho que nuestra dificultad para escuchar al semejante se debe a que en principio no nos escuchamos a nosotros mismos, tenemos obturado al observador interno y quebrada nuestra conexión con ese ser que es lo que somos en verdad. Entonces en el discurso cuando abrumamos al otro sin parar sale el personaje social, lo que no somos, lo que construyó nuestra mente. Que si vamos bien vestidos, que si el otro me dijo, me hizo, me lastimó, no me miró, no me saludó, etc. Cuando la gente se conecta con su ser interno no tiene esa necesidad desenfrenada de hablar.  La habladera continua es un acto mecánico que tiende a crear un surco en un mismo sitio. Si observamos esa clase de discursos nos daremos cuenta de que son discursos cerrados sobre sí mismos, por eso cansan tanto al interlocutor porque nada los modifica, no necesitan del afuera y la escucha en realidad es un disfraz para robarle energía a la persona que ha prestado su oreja. Hay que huir de esa clase de falsos diálogos, aunque la persona se victimice y diga que si una le presta atención está siendo misericordioso. Mentira, no es así, es sólo alimentarle la falta de crecimiento, lo único que busca esa persona es ser el centro y mantener el statu quo. Cuando una persona habla debe ser para que el que escucha pueda decir algo que le permita revisar o modificar su postura, de lo contrario la palabra está emparentada con la adicción. Lacan habla de eso, del discurso repetido sobre sí mismo que en realidad no es más que una profundización de la lastimadura. Y otra cosa: cuando escuchamos, si realmente escuchamos necesitamos estar lo más lejos posible del prejuicio, del juicio de valor, de esperar que el otro diga lo que queremos escuchar o que siga nuestro enfoque o responda a nuestro particular paradigma. Para escuchar en serio es preciso no proyectar nuestra sombra sobre el otro. Escuchar entonces es un acto de humildad. Y claro  que si el ego está reforzado, lo que equivale a estar identificado con la mente, nadie escucha a nadie, es sólo ruido que se suma al ruido imperante de nuestra civilización.

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martes, 19 de marzo de 2013

FRANCISCO PRIMERO



Ya todos los saben: Los argentinos nos desayunamos con la noticia de que el Cardenal Bergoglio fue elegido Papa. Esto trajo toda clase de opiniones y de reacciones. Curiosamente las personas carenciadas que viven en villas de emergencia de nuestro país lo festejaron y sectores de la intelectualidad criticaron la figura del Papa electo, lo que no ha hecho más que destacar la clásica desunión del pueblo argentino. La falta de unidad conduce tarde o temprano inevitablemente a la guerra, guerra de las conciencias primero y luego guerra de las armas. La guerra de las armas no podría existir sin la división en el interior de  las conciencias individuales. Y la guerra, quién puede desconocerlo, es una gran industria del capitalismo que da ganancias como cualquier otra industria a determinados sectores.  En su homilía durante el acto de asunción, el Papa Francisco Primero priorizó la necesidad de cuidarnos entre nosotros, de cuidar al planeta. En la idea de cuidar está lo opuesto de la guerra y de la división. Supongo que los seres humanos no somos conscientes de que vivimos en una profunda escisión interior que socava nuestra vida y el mundo en el que vivimos y del cual nos nutrimos. Siento profundamente que la elección de este Papa es una  gran oportunidad para el pueblo argentino, para nuestro gobierno y por supuesto para toda Latinoamérica. A los argentinos se nos ha endilgado el rasgo de pedantería, esta muestra de humildad  del pontífice nos viene muy bien, aunque claro, ese es un rasgo del porteño, del nacido en Buenos Aires y no de todo el país, un país heterogéneo desde donde se lo mire: culturalmente, geográficamente, ideológicamente, decimos que los argentinos descendemos de los barcos, tanto es así que debí buscar mi identidad en mi bisabuelo italiano ante la crisis continua de este ser argentino. Por otra parte un Papa que como él mismo dijo  al que fueron a buscar al fin de mundo nos recuerda esta sensación de australidad, de estar cayéndonos del mapa que quizá sea la causa de la endilgada pedantería que es en realidad un complejo de inferioridad encubierto. Siempre nos hemos sentido tan lejos de todo los argentinos que esta vez,  ubicados de refilón a través de la figura de un Papa en el escenario del mundo, no salimos de nuestra perplejidad y emoción.


     Los vaticinios e interpretaciones políticas sobre esta elección han sido muchos, pero el Universo no se rige únicamente por estas leyes, hay una fuerza superior, hay un plan. Cuando el Papa nos pide que recemos por él está aludiendo a ese otro plano en el que operan todas las religiones, nos está invitando a tener un pie aquí y el otro allá, a reconocer el poder del trabajo enérgetico, a no limitarnos a las estrechas tres dimensiones para actuar sobre el mundo. Personalmente me siento cercana a la visión de este Papa, educado como fui educada yo por mi abuelo italiano, en la austeridad, en el bajo perfil, en la confianza en el trabajo, en socorrer a los débiles,  reconozco sin embargo que me falta una distancia para hablar de este hecho, hoy, en el día de la asunción del antiguo cardenal Bergoglio devenido en Papa, sólo puedo decir que estoy conmovida, desde esta australidad que tal vez nos permite ver desde otra perspectiva al mundo entero.

viernes, 22 de febrero de 2013

NO JUZGAR


      Repetimos insistentemente que un rasgo en la personalidad de la gente que indica que hay una evolución en su conciencia, una mayor comprensión de cómo funciona el universo es el de no juzgar a los otros, a los semejantes. Y pareciera que eso se reduce a no hablar mal de actitudes y comportamientos ajenos y por supuesto es más que eso. El no juzgar es un indicio de una comprensión mayor. No por nada en la cultura hindú no es aceptable señalar con el dedo índice a otra persona. Nuestro cuerpo habla con un lenguaje de movimientos y gestos que tiene significación y por lo tanto afecta a la energía circundante. La práctica de la técnica hawaiana Ho ponomono   es un punto de partida interesante y revelador que nos permite comenzar a experimentar el peso que tiene un juicio de valor arraigado a la hora de manifestar nuestras emociones, de qué modo nuestra emocionalidad depende de un plano mental que acuñó creencias que solidificadas con el tiempo determinan nuestro modo de relación con otras personas. Con la práctica de Ho ponomono vamos descubriendo que el perdón es mucho más englobante que un simple acto de soltar aquello que nos aprisiona y como tal nos limita  por el hecho de ocupar un espacio en nuestra conciencia con energía densa, el perdón abre puertas inesperadas como si de pronto extendiéramos un lienzo plegado en minúsculas partes. Cuando la conciencia comienza a expandirse los grados de comprensión se amplían, se convierten en un modo de operar. Algo semejante o quizá más revelador aún, dependiendo de la experiencia individual, nos ocurre cuando constelamos de acuerdo al método de Hellinger, vivenciando eso que es contenedor y superador de nuestra persona y que determina nuestro lugar en un sistema familiar y de allí nuestro sentir y comportamiento, podemos reconocer que el juzgar es una torpeza de nuestra mente que intenta jerarquizar para entender o que buscando aplacar o darle sosiego a lo que nos atormenta construye cajitas, estructuras, prisiones. Yo diría que es casi imposible salir de un taller de constelación familiar señalando con el dedo la falta de otra persona, porque hemos comprendido que todos jugamos un papel dentro de una totalidad que es determinante. Esa idea de totalidad, de ley superior, esa revelación única nos libera de clasificar a la gente dentro de estructuras fijas, ya que de eso se trata el juicio de valor.  Obviamente el juicio de valor necesita imperiosamente de una mente dual, bipolar, es decir que esté fuera de la captación de la unidad. Cuanta mayor sea nuestra percepción de la unidad, menos juicio limitante tendremos hacia los demás.
  He llegado a un momento en el que me duele escuchar consideraciones negativas de unas personas sobre las otras, a veces tan distantes de un mínimo grado de compasión. Lo escuchado delata más de quien emite el juicio que de la persona juzgada. Lo que aparece en estos casos es la falsa idea de quien  está juzgando de considerarse superior, de hecho el juicio de valor supone una mirada desde arriba sobre los semejantes y no  de una ubicada en el mismo plano. Por esta misma causa el sistema de las ideologías tomado en forma rígida colapsa con tanta facilidad. Ya sabemos que en Occidente  nuestra manera de comprensión de la realidad se basa fundamentalmente en la oposición, en  la tensión entre contrarios y eso nos hace confundir información con conocimiento.  Las prácticas, como las que cité del Ho ponomono o de las constelaciones familiares que son métodos terapéuticos, así como las otras prácticas de meditación y sus variantes, son un camino yo diría imprescindible hoy por hoy para trascender esa cosmovisión medieval apoyada en el juicio de valor previo y cristalizado. Esto da para seguir hablando sobre el tema hasta el infinito, porque el semejante que está a mi lado no es otra cosa que mi sombra o la expresión de aquello que me libera de actuar ese papel. Ya no podemos pensar a nadie individualmente sino dentro del sistema que lo contiene y le asigna un rol. El otro es mi propia sombra desplegada.  El afuera es el nuestro adentro expandido y aquello con lo que nos topamos funciona como un espejo que puede ayudarnos a reconocernos.  Juzgando no hacemos más que enturbiar nuestra propia imagen. No hay separación, si abrimos los ojos del alma no hay dualidad, el mundo de la materia es ilusión, sólo hay Dios, dimensión sagrada.
                                                                                                 


lunes, 4 de febrero de 2013

LENNON Y YOKO EN UNA CAMA

                                                                                    

   
Mirando un documental sobre la vida de John Lennon me sobresalto a cada rato. Y no es sólo porque me retrotrae al espíritu de mi juventud, al sentido revolucionario, transformador que ha regido mi manera de enfocar las cosas, es porque Lennon pone sobre el tapete el tema de la violencia. Entonces es como si me mostrara otro aspecto de este tema crucial que no termina de ser profundizado porque el sistema económico, político no lo tolera. Cuando el FBI está contra la presencia de Lennon en Estados Unidos algo resuena dentro de nosotros, por un lado a mí me hace sonreír pensando que a amigos míos en los sesenta se los llevaba presos porque tenían el pelo largo, nada más que por eso y que el castigo consistía en raparlos en la comisaría. No, no es inocente ni el acto de llevar el pelo largo ni la acción extremadamente violenta de cortarles el pelo. De inmediato se me cruza la imagen de Gandhi  hilando su propia tela como respuesta revulsiva al colonialismo inglés que desarrolló su industria en base al algodón y sometió a toda la India por razones económicas. A Gandhi haciendo ayuno, a Gandhi manifestándose en silencio frente a un conjunto de policías armados. Del mismo modo aparece John Lennon y Yoko Ono en una cama en Canadá declarando que ese es su modo de protestar contra la violencia del sistema político: quedarse en la cama, en ese sitio donde la gente nace y muere, donde se gestan los hijos, donde se hace el amor, donde nos replegamos de la lucha del mundo y soñamos. Hoy, a la luz de los más de cuarenta años transcurridos, esa pareja hablando de la paz y contra la guerra en una cama, me conmueve profundamente. Declararse contra la guerra no es una frase nada más, es ir contra la mayor industria del sistema capitalista que necesita de la guerra no sólo para vender armas o derrocar gobiernos contrarios o apoderarse de los bienes imprescindibles bajo el pretexto de liberar al oprimido o llevar la civilización al país que será atacado, la guerra para el capitalismo es lo que permite la permanencia del sistema en tanto y en cuanto el sistema necesita vender productos manufacturados que son cada vez más, la guerra destruye y luego permite empezar de nuevo para así  seguir vendiendo  y sosteniendo el lema de “tire y compre” siga funcionando en detrimento del equilibrio planetaria, por citar sólo un detrimento.
   Ahora bien, la paz evocada y convocada por Lennon era en principio política, pero hoy que la violencia es pan común y aparece naturalizada en nuestra vida cotidiana más que nunca necesitamos actos contundentes que convoquen  la paz. Ningún acto es inocente, nadie que se para frente al mundo y anuncia con un gesto un valor deja de marcar su huella. Lennon habla de Flower power y de inmediato nos viene la imagen de la muchacha que coloca el tallo de una flor en el agujero de un fusil de la policía. Si de verdad profundizáramos el concepto de que la violencia es la contratara del amor, no aceptaríamos con tanta facilidad que alguien maltrate a un chico en la calle, que alguien agreda verbalmente a otra persona, que una mirada desaprobatoria y cargada de desprecio inhabilite a un semejante. Violencia es mucho más que fuerza física, es el no reconocimiento de nuestro derecho a ser quienes somos, en nuestra diferencia y diversidad, sea esta la manifestación de algún  perfil cultural, de una elección sexual, de un rasgo de nuestro carácter, es hablar todo el tiempo de nuestras necesidades y no registrar a la otra persona. Nadie puede arrogarse el derecho de decirle al otro lo que tiene que hacer en su vida privada, ni cómo pensar, ni qué comer, ni a qué Dios adorar. El autoritarismo en sus muchos matices es una de las formas de violencia socialmente aceptada, un resabio del modelo patriarcal típico de la era pisciana que estamos dejando atrás. Violencia, como ya dije, es el quebrantamiento de la ley del amor, llamamos amor a un principio de energía, a una orientación o comportamiento de la energía porque no sabemos cómo llamarla, es una tendencia a la expansión muy poderosa, tan poderosa que cuando vamos en sentido contrario, se presenta la violencia, ya sea porque tenemos un pensamiento que va contra el modo en que cada una de nuestras células tiene programado o porque reaccionamos ante otra persona cuando la otra persona no nos ha atacado ni vulnerado.  Hoy, esa pareja vestida en pijama en un hotel de Canadá, Yoko y John, hace más de cuarenta años me recuerda a los mudras hindúes, esos gestos que hace el cuerpo para movilizar la energía. En la cultura hindú señalar con el dedo índice de una mano es algo inaceptable,  supone poner afuera algo que seguramente nos involucra, es señalar el error en dirección equivocada. “En un gesto cabe la historia”, dice Roland Barthes. Esa pareja en una cama al menos esta tarde tuvo para mí la fuerza de Gandhi tejiendo en su casa sentado en el suelo. La violencia en todas sus formas se ha colado en nuestra vida, tanto y tanto, que ya no la reconocemos como tal. Un acto decisivo puede ayudarnos a reflexionar para separar la paja del trigo, el amor que debe nutrir nuestra vida de lo que no lo es.