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miércoles, 7 de diciembre de 2011

FIESTAS DE FIN DE AÑO

  Ya se siente el clima de las fiestas, en la calle, en las reuniones donde de pronto nos escuchamos diciendo: Si no te veo, te deseo felices fiestas. Entonces algo ocurre. Los balances de fin de año, las ausencias o los proyectos no concretados aparecen mostrándonos su lucecita roja. Y todo eso otro que viene vaya a saber desde dónde y que aflora: emociones, recuerdos, impulsos.  Ya sabemos que lo que la sociedad nos ofrece está cercano al aturdimiento. Comprar y consumir objetos, y no sólo objetos sino situaciones esperables. Lo que falta y lo sabemos, es la conexión con nuestro interior y la fecha con su vibración privilegiada es lo que en verdad nos está propiciando, pero no es lo que la gente suele buscar. La mayor parte de los conflictos sobreviene porque no se combinó la cena aquí o allá, con este pariente o con este otro. Lo que yo percibo en estos días es esa sensación de que  las personas se persiguen a sí mismas persiguiendo acciones que en muchos casos no son significativas.  Las personas tratan de no estar solas físicamente hablando, se reúnen, a veces produciendo encuentros legítimos, pero otras tantas sólo para embriagarse o hacer ruido. Hay mucho ruido y ese es el problema. Lo que me pide mi interior es una gran dosis de silencio y como todos años me ocurre que no sé qué hacer, ni adónde ir. Y sé que no se trata de que cene con fulano o mengana. Este año más que nunca escucho una voz que me pide silencio. Y resulta irónico, todo el mundo habla de reunirse, te dice que no te quedes sola como si estar sola fuera una maldición. Sin embargo yo no encuentro silencio donde hay tanta gente, gente que suele no poder escucharse a sí misma. Tengo la absoluta convicción de que lo que todos necesitamos hoy más que nunca es parar el mundo. Hay una frase que dice con frecuencia en sus libros Carlos Castaneda: apagar el mundo. Para entrar en el espacio sagrado necesito apagar el mundo y no ensordecerme con él, en medio de él y en nombre de él. Cristo naciendo en un pesebre me parece una imagen perfecta. Los animales no hablan. Y por si esto fuera poco, a todo el bochinche se le suman los petardos y toda esa pirotecnia ensordecedora.  La energía que viene desde el 11-11 y, por supuesto, desde más atrás también, nos pide reconocimiento y conexión con el ser interno.  Para que algo nazca, algo nuevo, desde ya, necesitamos tener conciencia de aquello que debe morir en nosotros creando así el espacio necesario para eso que antes no estuvo.  El silencio es el territorio de la Divinidad. En el silencio donde parece no existir nada, podemos encontrarlo todo. Demasiada comida, demasiados objetos recién comprados, demasiadas acciones no hacen más que atiborrarnos. Eso es lo que siento, lo que pide mi alma, por ahora.
                                           

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