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lunes, 18 de agosto de 2014

MORIR DE CÁNCER

  
             


                                 
  Todo ocurrió demasiado rápido como si ese ritmo tuviera también un sentido además del prodigioso sentido básico que tenía lo que estaba sucediendo: mi tío enfermó de pronto y  de entrada se supo que lo suyo no tenía remedio. Lo majestuoso es que él también lo supo de inmediato y no pasó por ninguno de los estadios con que se suelen preambular esta clase de pasajes, no hubo ni negación ni ira,  su actitud fue de pura aceptación desde el principio. Lo único que dijo cuando supo que tenía cáncer fue: Sólo quiero que me quiten este espantoso dolor.
   El engranaje de los paliativos se puso en marcha y la familia contempló el traslado de ese cuerpo dolorido que apenas se podía mover, el cuerpo de un hombre fuerte que hacía días atrás había abonado  sus clases de gimnasia entusiastamente hasta fin de año. Eran los principios del invierno, mala fecha para un enfermo terminal, el invierno apura los procesos y  el ritmo de la enfermedad se  vuelve más veloz. Esa velocidad de los acontecimientos nos hizo sentir a todos en la familia que la vida es lo que es: impermanencia, fugacidad. Pero para el enfermo que sabía que lo que le esperaba era pura despedida, el proceso se volvió deslumbrante. Deslumbrante y doloroso.
   Mi tío  había sido siempre una persona de una gran calidad humana pero, como la mayoría de  cada uno de nosotros, aprendía por vivencia y por error. Actor, con una inmensa inteligencia emocional,  muy intuitivo, quizá vivió demasiado absorbido por lo cotidiano, por los mandatos familiares, por esas obligaciones autoimpuestas, por los roles fijos dentro de un sistema aprendido antes de la década del cuarenta.
   La enfermedad  instalada en el seno de la familia hizo que los días se volvieran vertigionosos y  mi tío empezó a mirar el escenario que lo rodeaba de otra manera. Uno de los primeros cambios fue su sentido de la aprobación. A  cada hecho que ocurría le encontraba un propósito y lo expresaba. Otra,  la recurrencia de su sentido del humor, algo que le era muy propio pero que en las circunstancias de ese momento podían considerarse morboso. Y no resultaba así. Luego fue fácil notar que recapitulaba su vida echando luz a sus últimos años. Después comenzó a reubicar a cada miembro de la familia con nuevos sentimientos dentro de sí mismo. Mis diálogos con él se volvieron tan profundos que a veces yo sentía que estaban  cayendo tabiques y tabiques y que quién sabe a dónde íbamos a llegar. Con uno de sus nietos los diálogos alcanzaron ribetes sorprendentes, parecía que mi tío  lograba ver el futuro lejano de su propio nieto. Le daba consejos sobre sus actitudes, le advertía sobre riesgos que podía ocasionarle responder equivocadamente. Su conciencia estaba dando saltos evolutivos muy rápidos. Siempre tendido en una cama sin poder moverse,  lloraba suavemente con frecuencia y decía que eso era bueno para él, que mostrar lo que sentía era muy bueno. Comenzó un  camino de validación de su propia vida mientras se despedía de nosotros con profunda calma. En un determinado momento noté que su sistema de valores mostraba mayor compromiso, mayor compromiso con una visión que él antes no había considerado. Se volvió espiritual en un sentido laico.  Como estaba dando saltos hacia arriba en la evolución de su conciencia, sus apreciaciones eran cada vez más luminosas. Así fue que nuestros diálogos  se convirtieron en una mutua afirmación sobre el sentido de la vida. Noté lo que había visto en mi abuela, su madre, que murió con cien años un poco antes: la capacidad de ver el mundo desde afuera poniendo de relieve su falsedad, sus jerarquías absurdas, sus caminos de desvíos hacia el centro del ser. Y lo interesante es que mi tío no había sido un hombre religioso, todo lo contrario. Sí, una persona ética. Recordé lo que una vez una profesora de yoga me respondió cuando le pregunté por qué ciertos maestros hindúes, con  un innegable alto nivel evolutivo morían de cáncer. Me dijo que el cáncer tiene la capacidad de borrar la memoria celular y ciertos maestros eligen esa forma de morir para terminar de limpiar sus memorias y evolucionar más rápido. Ese era el trayecto que estaba realizando mi tío y lo estábamos viendo en primer plano. Lo que ocurría en cada uno de nosotros es otra historia, más larga que merece otro momento para desplegarse. Lo que mi tío estaba haciendo era aprovechar la oportunidad de morir con dignidad y no desperdiciar el desafío de comprender que la muerte es parte de la vida, aunque él no creyera como yo sí creo que existe otro lado y un continuar el camino bajo otras formas. Recuerdo que una tarde me contó sobre la visita de su amigo budista, otro actor que vino a acompañarlo. Me dijo:
     -Él me enseñó que hablara, que hablara con eso que me está pasando, que algo o alguien me iba a contestar.
    - ¿Lo hiciste?- le pregunté.

   Y, con los ojos llenos de lágrimas, mi tío me miró y me dijo que sí, moviendo fuerte la cabeza. Inesperadamente se me presentó  una imagen de cuando era chica,  de aquella larga época en la que él vivía en la casa grande con nosotros y yo lo descubría inesperadamente hablando solo por allí, entonces le preguntaba con quién estaba hablando. Él siempre me respondía que repasaba la letra de alguna obra de teatro que estaba por estrenar. Para mí había sido un hombre que dialogaba con fantasmas, un hombre solo en conflicto con las palabras. Ahora, que soy una mujer mayor,  comprendí que estos diálogos estaban relacionados con estos otros, los finales.  Él se había preparado cada día para este desenlace sin sospecharlo. La vida y el arte se  mezclaban una vez más  de una forma impredecible. La muerte es uno de esos lugares donde todos nos podemos llegar a encontrar de la mejor manera.

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sábado, 25 de enero de 2014

DE LA UNIDAD A LA COMPRENSIÓN

       
                 


 Sólo comprendiendo el sentido de unidad de todo lo  que existe, podremos entender que el Universo tiene un propósito y que por correlación inevitable nuestra propia vida está cargada de sentido.  ¿Por qué una cosa no puede ser separada de la otra? Por una concepción patriarcal, exteriorista, prevalece la idea de que todo viene de afuera como la orden caprichosa de un jefe o de un dios autoritario. El modelo de pensamiento se ha basado justamente en esta premisa: el esquema exterior o ajeno nos moldea. Y eso parecía provenir de una voluntad voluble. Pero cada uno de los hechos que experimentamos proviene del peso de gravedad de nuestro  propio centro que se materializa en un afuera. La ley de correspondencia entre el afuera y el adentro, entre el arriba y el abajo no puede operar si no existe primero un principio de unidad aglutinante que impone su ley. Por eso para comprender el sentido de nuestra vida y las profundas motivaciones de lo que nos sucede, es imprescindible que experimentemos ese sentido de unidad, de lo contrario podemos caer en un sentimiento de autocompasión o de resentimiento o de enojo que es el germen de la mayor parte de las energías negativas que producen nuestras emociones y que parte de una reacción a lo que sucede, de una no aceptación.  Y no aceptamos cuando no comprendemos. Como probablemente el sentido de unidad no puede ser percibido cotidianamente en un mundo que tiende a separar, a oponer, a dividir, es necesaria la experiencia espiritual que viene de la práctica. La práctica de una disciplina espiritual es el camino, no vislumbro otro por el momento, salvo el de la gracia que no es muy frecuente. La meditación, el empleo del cuerpo en sus variadísimas posibilidades como búsqueda de equilibrio, la contemplación de la naturaleza, el canto, la música, el desarrollo de una disciplina artística, la lectura o el conocimiento de un pensamiento totalizador o abarcativo pero no desde una modalidad mental o racional sino sensible, los sistemas variados de imposición de manos, la plegaria, en fin,  la clave es detener el mundo para conectarnos con ese otro plano es la forma que hoy por hoy se nos ofrece. La práctica debe ser constante aunque se nos presente repetitiva, no existe la monotonía ni la repetición si no dejamos que la mente tome el control. Todo es nuevo a cada instante. A mayor experiencia de la unidad, mayor la distancia que nos separa de la violencia en todas sus manifestaciones porque el hilo que une cada una de las cosas que nos habitan y habitamos muestra su trayectoria y nos señala responsables, autores únicos de nuestra vida.  Si experimentamos la unidad no hay contra qué ni quién enojarse. Y sin el principio del enojo que es como una semillita no habrá resentimiento ni odio ni fastidio ni ofensa ni envidia. Para poder brillar deben acompañarnos con sus brillos los demás, una lucecita ardiendo en medio de una inmensa oscuridad tarde o temprano se debilita. Todo está conectado y para que funcione hay leyes que lo sostienen en sus delicadísimas  conexiones, comprender esas leyes es experimentar la unidad y experimentar es saber que somos seres trascendentes, seres que hoy están aquí pero han nacido parea dar un paso más allá. Ese “allá” está también dentro de nosotros en este momento. Es un después y es un ahora y es un antes, todo está en nuestro interior y el camino espiritual o de autoconocimiento es el acceso.

jueves, 21 de noviembre de 2013

LA CLAVE DE ESTOS TIEMPOS


                    

   Leo en Un curso de milagros: Nada de lo que me rodea me es ajeno. Recuerdo la frase que solía repetirme mi reflexólogo holístico: El afuera es el adentro expandido. Y ya sabemos la famosa aseveración de que somos creadores de nuestro mundo. “Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. El otro, mi semejante me está mostrando lo que soy en un espejo a veces invertido. Como campo electromagnético que soy -y que todos somos- atraigo desde mi centro de gravedad por afinidad aquello que me rodea y, por una básica ley de correspondencia, lo que me rodea vibra en consonancia con lo que soy. El trabajo principal que se realizaba en Prashanti Nilayam en la India era justamente ese: ver de qué modo materializábamos el estado de nuestra mente. Sai Baba representaba nuestra conciencia superior y expresaba para cada uno de nosotros en su juego aquello que necesitábamos descubrir de nosotros para profundizarlo, de este modo Sai Baba era nuestro espejo y nuestra sombra. Por eso las materializaciones de objetos, anillos en su mayoría, tenían un sentido que respondía al proceso de aprendizaje de la persona que recibía el objeto o presenciaba la materialización. En otras palabras: aprender a mirarse en el espejo del mundo. Para mí esta correspondencia entre el adentro y el afuera es la clave de estos tiempos. Pareciera que las personas no supieran que su persona no termina en su cuerpo o en su campo áurico, desde la suciedad que hay en las grandes ciudades que es el entorno que construimos y habla de lo que somos hasta el enojo cotidiano. Yo diría que el enojo justamente es la expresión de este desconocimiento, de esta falta de responsabilidad que supone estar creando nuestro mundo circundante. Vamos  produciendo símbolos en el mundo mientras vivimos y hay señales que marcan el proceso de nuestra evolución. Sin embargo aunque ese afuera es parte de lo que somos no lo registramos como tal y entramos en lucha, el enojo es la expresión de esa lucha. El enojo tiene múltiples maneras de manifestarse y de mostrarse también de múltiples maneras. Enojo es fastidio, irritabilidad, falta de aceptación, odio, resentimiento, todo tiene su origen en el enojo. Y el enojo nace porque creemos que el afuera nos es ajeno. Y lo más curioso es que nosotros lo estamos construyendo. En estos últimos días  he escuchado a personas que se quejan de sus empleados, de sus amigos, de su familia, de la gente que anda por la calle como si en principio no hubiesen sido atraídos por una parte de su propia persona. Louise Hay afirma que somos responsables de la gente que atraemos a nuestra vida. Es  un rasgo de egocentrismo limitar lo que somos a una porción tan reducida a la palabra “yo”. Si nos separamos del entorno y nos diferenciamos de él vivimos en la dualidad, dejamos de integrarnos a un sistema mayor del cual formamos parte. Y así perdemos la perspectiva de las conexiones que nos permiten comprender cómo funciona el universo. Esa es la clave principal de estos tiempos, percibo como una suerte de ceguera y una lucha sorda en la gente que se queja del afuera una y otra vez y en casi todos los casos aquello que es cuestionado suele ser su rasgo fundamental de carácter. Aquello que critico es lo que más necesito modificar en mí  De un modo inevitable me surge la imagen de San Francisco de Asís que había comprendido esta premisa perfectamente, en la película sobre su vida dirigida por Liliana Cavani hay una escena estupenda en la que el personaje de Francisco descubre que pudo vencer el rechazo, que por fin ama todo, acepta todo como parte de una unidad que no tiene contradicciones en sí misma. Así como un sistema ecológico no puede prescindir de sus elementos sin perder su armonía, el universo también y nuestro sistema de vida personal, en absoluta consonancia con esa ley que todo lo rige.


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miércoles, 6 de noviembre de 2013

ESTRUCTURAS HORIZONTALES O VERTICALES


                    
                                       La pequeña torre de Babel de Peter Bruegel el viejo 1563     

Todo, ya sea un grupo humano,  familia, pareja o un conjunto de células necesita un modo de funcionamiento. Todo lo que nace, vive y se desarrolla en función del conjunto,  muere cuando es ineludible para que el sistema se renueve y así dar lugar a  la transformación y, por supuesto, pasa necesariamente por etapas en las que se mantiene constante. Lo contenedor o grande es la estructura,  su mínima expresión son los átomos. Los átomos,  tanto en los organismos vivos como en la materia, están en movimiento continuo, ese movimiento se acopla al movimiento de las estructuras que lo contienen. Esas estructuras necesitan de un sistema que es  la manera en que los elementos que la integran se relacionan en el movimiento.  Hay sistemas ligados al funcionamiento de la naturaleza, del universo, que siguen un patrón horizontal, vale decir en el que todos  sus componentes se interrelacionan armónicamente y cumplen su función. La horizontalidad en su forma de relacionarse les permite precisamente interactuar sin imponerse uno sobre otro, sin aplastarse digamos en términos metafóricos. Por otro lado hay un sistema de modalidad vertical que se rige por el predominio de un elemento  sobre los restantes  que determina las peculiaridades de  su comportamiento, los restantes se subordinan a este mandato. Hemos vivido en sociedades que pertenecen a este último  modelo de comportamiento, la perspectiva histórica nos permite reconocer la llamada era pisciana que se perfila ya en sus finales con sus guerras, enfrentamientos, colonialismos, países dependientes del poder omnímodo de los imperios de turno y  las comprensibles derivaciones de lo que eso trae aparejado. Este modelo político ha tenido  inevitablemente su correlato en los grupos humanos, como no podía ser de otra manera, por una simple ley de correspondencia. Así las familias, las organizaciones, las parejas y los distintos grupos humanos se alinearon a  este modo de funcionamiento a la que las feministas llamaron “patriarcal”. Las consecuencias de este funcionamiento las hemos visto en los  continuos desequilibrios y  en el sufrimiento humano.  Ante todo este sistema patriarcal de prevalencia de energía masculina contraría las leyes naturales, el de energía femenina, horizontal y los resultados están a la vista y se ha hablado ya mucho de ellos por las alteraciones en los ecosistemas, el clima etc. etc. etc. El problema es que aún, los humanos estamos viviendo los coletazos de un sistema patriarcal que hace agua por los cuatro costados y lo seguimos padeciendo aunque proclamemos estar encaminados en sendas espirituales o en la militancia del medio ambiente o en la profundización de terapias psicológicas modernas. Seguimos atrapados en el viejo modelo porque el cambio se produce en etapas, en ciclos y al parecer por ahora no se ha producido la posibilidad de que la conciencia colectiva dé un salto absoluto y lo comprenda todo. Así es que yo misma me he visto inmersa en grupos en los que la característica predominante ha sido el poder del coordinador que cobijándose en una supuesta regla disciplinaria intentaba controlar a los asistentes, restringirlos, achicar su aura, limitarlos en nombre de algo superior. Ese conocimiento superior sin duda existía, invocarlo nos involucraba a todos, el problema es que el sistema de funcionamiento grupal desdecía esos principios superiores porque la coordinación de ese grupo humano  se establecía  bajo las viejas pautas. Por ese motivo  el grupo se articulaba manteniendo  la relación exclusivamente entre cada uno de los integrantes y el polo de poder que estaba en la cúspide, el del coordinador.   Grupos regidos por este  tipo de sistema producen un fenómeno lamentable: inhiben la  vinculación entre sus miembros porque  esa es la característica propia del modelo patriarcal: funcionar  en relación con el vértice; basta observar el modelo militarista para comprenderlo. Así, abolida la relación horizontal,  los integrantes del grupo no se  perciben  entre sí, todo gira en torno a la decisión de la coordinación. En muy común en estos grupos que cuando un integrante se va,  cuando abandona el grupo, la angustia, natural y humana que  suele producirse en los que permanecen en el grupo sean negadas. No hay reconocimiento de las identidades particulares. En términos muy modernos se habla de comportamiento sectario, sin llegar a los extremos de las sectas religiosas más radicales,  sin embargo en grupos humanos religiosos o no se reproduce en menor grado el mismo comportamiento. El justificar cada una de las actitudes en nombre de un poder superior le permite al coordinador actuar de controlador y regidor de las conductas. Nadie puede estar en contra de la disciplina, pero la disciplina no es represión, reconocer la diferencia es la condición fundamental que permite diferenciar un grupo de estructura horizontal de uno vertical.  En un grupo de estructura horizontal existen las voces individuales. Cuando un coordinador exige silencio, habla todo el tiempo de sí mismo, pontifica las conductas de unos y repudia las de otros aunque sea encubiertamente, está dividiendo al grupo y ensalzando su figura, en tanto se presenta como depositario de un saber. Estos son típicos recursos empleados para sostener el sistema patriarcal. Y desde ya no está ausente la crítica que opera como anulador de uno de los polos, en vez de integrarlos  el resultado de esta crítica es el sometimiento.   La crítica suele estar dirigida generalmente a los que no pertenecen al grupo o los que lo abandonan,    mediante este recurso el mal  o el error se coloca afuera. Se impone la dualidad que encierra a los integrante en una suerte de cárcel o sistema cerrado. Es importante destacar que sin  el ingrediente básico de la crítica este modelo no se sostiene. Quien critica se ubica en el lugar de autoridad incuestionable. Claro que, por supuesto, una vez instalado el recurso de la crítica, esta se desplaza de uno a uno entre los integrantes y se convierte en un estilo de relación. El juicio de valor, la condena y la rivalidad entre compañeros se instala. La idea del mal y del bien perfectamente delineada, bipolar  apuntala el andamiaje verticalista. Entonces todo se basa en la mente, en las ideas y van desapareciendo poco a poco la solidaridad, las muestras de ternura y la competencia y la autoafirmación del ego individual como espejo del coordinador prevalecen. Recuerdo la educación de mi escuela primaria y hasta del catecismo  que respondía a este modelo que ha dado muestras no sólo de destruir al planeta, porque va en contra de toda lógica natural de funcionamiento sino que ha destruido familias, personas, emprendimientos, países. Por fortuna le queda poco tiempo al patriarcado, sin embargo debemos reconocer que en este tiempo maravilloso de grandes cambios aún estamos aprendiendo a despedirnos de él.
      No es casual que en este momento de desarticulación del modelo rígido de energía masculina se refloten los fundamentalismos en sus muchas variantes, es el manotazo de ahogado del sistema, sus coletazos  finales antes de darle cabida a un orden más armónico y respetuoso de la vida. Tengamos en cuenta que las personas somos víctimas de los modelos,   aunque desde ya podemos cambiarlos, decodificándolos,  simplemente tomando conciencia.  Es muy triste cuando estos modelos antiguos se perpetúan en nombre de la evolución de la conciencia o de un supuesto camino espiritual, cuando confiadamente formamos parte de estos grupos creyendo que avanzaremos en nuestro camino de conocimiento y lo único que hacemos es apuntalar  el modelo del viejo paradigma. Es muy doloroso descubrir que lo hemos estado sosteniendo en su agonía. Y de eso  también somos responsables.

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miércoles, 2 de octubre de 2013

REIKI


                                            

   De algún modo siento que el Reiki es un camino de regreso. De regreso a aquella forma de vida que involucraba otros planos integrándolos a nuestro quehacer cotidiano. El Reiki retoma corrientes chamánicas japonesas que se vinculan a las antiguas prácticas de las llamadas brujas medievales que en Occidente conocían los secretos para curar y restituir el equilibrio con yuyos, piedras, oraciones, símbolos, danzas, las que fueron quemadas en la hoguera por la Inquisición. La misma corriente chamánica de nuestros pueblos originarios aquí en América. Resulta interesante que el origen del Reiki se mezcle con la leyenda cuando ocurrió no hace mucho, ya que ni siquiera ocurrió hace más de  cien años  la mítica escena de Micao Usui en el monte Kurama donde  pasa sus gloriosos veintiún días y recibe los símbolos que son la base de esta práctica. Y precisamente porque contiene tanta caudal transformador que esto ocurrió y no porque  la señora Hawayo Takata haya querido ocultar, inventar o encubrir  puesto que todo nos ha llegado a través de ella que fue quien trajo el Reiki a Occidente en vísperas de la segunda guerra mundial.
   Es bastante significativo que ahora que el Reiki se ha extendido globalmente ayudando a muchas personas a descubrir la existencia de los planos sutiles operando en este mundo tridimensional, siendo ni más ni menos que la matriz de la materia del mismo modo que el cuerpo sutil humano es la matriz del cuerpo físico y por lo tanto es donde se forja primero lo que luego se manifestará materialmente, digo ahora que este saber se está extiendo en forma práctica ayudando a tanta gente a expandir su conciencia, surjan personas que lo cuestionen, que digan que está perimido, que hay otras prácticas más rápidas etc., etc., etc.  No todo lo rápido es mejor y el tiempo que ofrece el Reiki permite un estado de meditación compartida por quien canaliza y quien recibe. Me pregunto por qué una cosa tiene que anular la otra. Y enseguida me surge como respuesta que este es un mecanismo del viejo paradigma que por ser verticalista planteaba que era una cosa o la otra, no permitía la convivencia de lo diverso. El nuevo paradigma se apoya en la consigna opuesta: Es esto más esto más esto otro y no esto en vez de aquello otro. Al menos a mí en el caso del Reiki me ocurre que habiendo alcanzado también la maestría de Magnified Healing como la del Reiki, no excluyo al Reiki en mi práctica sino que empleo una u otra técnica según las circunstancias. Me da la impresión de que aún no hemos abandonado el viejo concepto de la guerra tan típico de la era pisciana. Siempre se trata de batallar, de imponer una cosa sobre otra, la guerra ha sido el sostén del viejo sistema, una guerra no sólo expresada en los campos de batalla concretos sino en la cotidianeidad de las relaciones humanas en el trabajo, en el hogar, en las conciencias. Me salta una frase del Curso de milagros: “Todo lo que no es paz es ego”. Detrás de la impugnación tajante, taxativa a una técnica está el ego que recorta, que limita, que enfrenta. La verdad siempre se encuentra en la experiencia. Y la experiencia a mí me ha indicado y me sigue indicando que con un Reiki bien hecho, al que le agregué gemoterapia, la persona que recibe la energía Reiki puede cortar lazos, tener una apertura espiritual, disolver sombras y canalizar información que el practicante de Reiki percibe en el mismo instante demostrando así que no existe separación, que todos somos uno. Estamos comenzando este siglo XXI que se caracteriza por abrir el canal que permite que lo diferente conviva con lo diferente para que la experiencia de unidad sea un hecho irrefutable. El Reiki es una herramienta estupenda que se enriquece día a día conectándonos con el pasado y el futuro al mismo tiempo de maneras insospechadas.


domingo, 5 de mayo de 2013

EL ANTIGUO MODELO DE VICTIMIZACIÓN Y CULPA


       


  Cuando hablo del modelo de victimización y culpa no me refiero a la clásica situación en la que una persona le dice a otra que le arruinó la vida o le hizo mal, al mejor estilo del tango ciudadano. Eso lo conocemos y es yo diría un paso más allá de algo que está más acá: Todo lo que nos ocurre es una extensión de nuestra interioridad, o lo que es lo mismo: el afuera es el adentro expandido. Escucho con frecuencia ciertas frases que tienen un dejo de lamento como “no me invitaron aquí o a allá” “Yo esperaba que los hechos fuesen diferentes” “¡Quién iba a decirme que yo tendría que vivir semejante situación espantosa!  y cosas así.  Sencillamente no nos estamos haciendo responsables de nuestra vida y de alguna manera nos victimizamos pero ya no frente a un otro de carne y hueso sino frente al Universo, las circunstancias, la vida o lo que fuere. Concebimos el suceder del mundo como el efecto de algo externo a nosotros y no como la manifestación de lo que somos. Del mismo modo en que los chinos afirman que nuestra casa en sentido arquitectónico es nuestra segunda piel, el mundo es nuestra extensión, la extensión de nuestros pensamientos. Podríamos decir en este sentido que el mundo es una pantalla donde se reflejan nuestras emociones. Si nos detenemos a mirarnos por dentro y dejamos un poco de manifestar deseos que es en realidad el movimiento opuesto a la auto indagación, notaremos que nada es fortuito que todo es causal, que se está produciendo continuamente una sincronicidad de la que somos autores. No sólo nadie nos hace nada que nosotros no hayamos propiciado antes con nuestros anhelos, ilusiones rotas, programaciones de vidas anteriores o fortalecimiento de un paradigma personal sino que estamos invitando a los demás seres y al Universo todo a que responda a esa configuración que parte de nosotros mismos como un centro de gravedad en el cual orbita el llamado mundo. Por eso no hay separación entre el mundo y nosotros, todo es continuidad, todo es relacional. Y entonces a qué o a quién le vamos a reclamar una conducta o una consecuencia diferente a la plasmada. Hasta las características del amigo que atraigo a mi vida es una parte de lo que yo soy, a veces por oposición extrema lo que está hablando de mi necesidad de equilibrar las polaridades, ni hablar de la pareja que es mi sombra en sentido junguiano.
    No es extraño que sigan apareciendo líderes negativos, carismáticos pero devoradores de la energía ajena que nos prometen salvaciones porque esto responde al mismo esquema del modelo de victimización y culpa que suele ir más allá y hacer responsables a nuestros padres. Nada de eso es verdad. Si el Universo tiene un propósito y un plan, nosotros también traemos un camino a transitar donde nuestros padres y las circunstancias son actores que nos permiten llevarlo a cabo. La idea del líder que viene a salvarnos es la contrapartida necesaria de  ese concepto de que algo o alguien nos perjudica fuera de nuestra voluntad y decisión personales. El poder está dentro de nosotros, dice Louise Hay, pero no en la forma de un modelo patriarcal que se impone al afuera porque adentro y afuera son, como bien sabemos, una continuidad. Esto ya está avalado por la ciencia desde la física cuántica. Cuando descubrimos hasta qué punto todo lo que nos ocurre en la vida es una materialización de nuestro ser interno, de la fuerza de nuestras creencias y pensamientos a lo mejor comenzamos a ser libres por primera vez.

jueves, 4 de abril de 2013

LA VERDADERA SOLEDAD



  Conocemos perfectamente uno de los ritos de iniciación, típicos de las culturas de los pueblos originarios de América, que consiste en que un niño que está a punto de dejar de ser niño para pasar a la etapa siguiente caiga desde la altura a un espacio vacío. Mediante este rito el niño incorpora un conocimiento: deja ya el abrigo de los padres como sostén permanente para experimentar su propia fuerza como sostén principal. En algunos procesos chamánicos de crecimiento interior se utiliza para adultos ya bien crecido el mismo rito. Recuerdo que en un taller que hice una vez la experiencia intentaba incorporar el sentido opuesto: Debíamos dejarnos caer hacia atrás confiando en que uno o varios compañeros nos sostendrían y eso tenía necesariamente que suceder para aprender así a sentirse conectados y apoyados por el grupo.
   Una técnica parecida suele emplearse en los grupos de dependencia a las drogas, alcohol y otras variantes, si bien el compañero se siente sostenido por el grupo y apoyado por un programa a veces se pone dependiente de las personas y traslada a  los demás o al grupo su forma de relación conocida: apegarse a todo, tomar a las personas como sustancias o drogas y no las registra como seres humanos. Entonces de alguna manera es dejado caer en el vacío, se le enseña que debe aprender a estar solo porque todos los sostenes verdaderos están dentro de él, en su interioridad sabia. De lo contrario cambiaría droga o alcohol por un modo de relación no saludable, no genuino con las otras personas. Esa sí es una experiencia de profunda y verdadera soledad, al principio es vivida como abandono y soledad porque  a la persona en cuestión le falta conocimiento, pero sólo así, en contacto consigo mismo mediante ese vacío creado, puede reconocer sus sostenes internos.
En muchas ocasiones en nuestra vida diaria necesitamos recurrir a la experiencia de crear vacío frente a otro. Cuando por ejemplo una persona busca llamar la atención pretendiendo ser el centro de todo, cuando un niño se pone excesivamente demandante por puro capricho, cuando la amiga emplea la autocompasión para ser  atendida de modo permanente sin  poder escuchar al otro al punto de concebirse como un personaje trágico, sin duda no quiere crecer, le resulta cómodo ese rol que se inventó para sí misma que le permite devorar energía circundante. Ese paso al costado que damos es una oportunidad para la persona con el fin de que se escuche a sí misma, se encuentre con su fuente interior y no continúe dando manotazos de ahogado esperando que todo venga de afuera. No hay mayor daño que hacerle creer a alguien que somos sus salvadores, hay mucho ego en nosotros si lo hacemos y mucha vanidad en quien quiere creerlo.
En realidad nunca estamos solos, no existe la soledad desde un punto de vista espiritual, pero sí existe en un tramo, en un pasaje de alguien que se encuentra entre el desconocimiento y la posibilidad de acceder a una zona nueva de sí mismo. Se dice que cuando Cristo estaba en la Cruz y pronuncia la famosa frase: “Padre me has abandonado”,  lo que ocurrió es que estaba dejando de ser Jesús para ser el Cristo, fue un pasaje, dicen que las entidades que lo acompañaron se retiraron para que entidades superiores vinieran a ocupar ese lugar.  Esos momentos de vacío  logran ser en nuestra vida mojones que indican que estamos evolucionando. Experimentamos entonces la soledad, eso que no existe de modo absoluto pero que se presenta como una parte del camino. Compasión no es taparle todos los agujeros al semejante sino ayudarlo a crecer,  el dolor y estos momentáneos estados de soledad  pueden ser el alimento que nutre nuestra evolución.