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viernes, 22 de junio de 2012

PUERTAS DEL CONOCIMIENTO

                                           

He notado que algunas personas tienen una relación confusa, ambigua, desconfiada hacia otras formas de conocimiento convencionales, me refiero a la intuición, a ese conocimiento que surge de la propia conexión con el ser interno. Esto obedece a  causas históricas especialmente en Occidente.  Y digo esto porque en ciertos pueblos que están más en contacto con la naturaleza o en Oriente la relación con este modo de conocimiento es más fluida y habitual.
    Dice el gran Maestro hindú Swami Dayananda en su interpretación de la Baghavad Gita que es muy pobre que los humanos sólo conozcamos a través justamente de la percepción y la mente. Se trata de un estrechamiento de una limitación de nuestras capacidades cognitivas. Lo he podido apreciar en varias personas frente a la posibilidad de que intermedie como iniciadora en el primer nivel de Reiki. Pareciera que aprender una técnica de autosanación y sanación a otros fuese dar un paso hacia el peligro,  cuando en realidad se trata de una práctica sumamente natural que está en nuestro código genético, algo tan simple como esa tendencia que tiene una madre a colocar su mano en la zona dañada del cuerpo de su hijo. Y dije que esto no es casual porque durante casi seis siglos la Inquisición  se ocupó de perseguir a quienes se aventuraron a experimentar con otras formas de conocimiento que no fueran las establecidas. Así quemaron preferentemente a mujeres en la hoguera suponiendo que con eso se extirpaba una vía de acceso a esas formas de saber. Pero no fue así, esta condición o don es propia del ser humano y reverdece y reaparece siempre. Lo que sí logró la práctica de la Inquisición fue crear campos mentales que perduran y que sumen a las personas en una suerte de temor ciego a eso que no se sabe qué es. La idea de castigo subyace en esos campos en los que todavía abrevamos. Por eso la práctica concreta o sea la experiencia del Reiki, por citar a la más divulgada, nos permite dimensionar nuestro propio poder humano y comprender que el acceso al conocimiento tiene muchas más puertas de las que creíamos que existían.  Por este motivo he observado que ciertas personas ubican en la zona de lo oscuro sus intuiciones, sus sueños premonitorios y hasta la visualización de figuras sagradas como ángeles o la mismísima Virgen María, a veces ocurre también que se auto-consideran seres especiales o privilegiados cuando en realidad eso es la manifestación de una cualidad natural humana de conocimiento que ha sido aplastada por la cultura. A lo chamanes de América o a los hindúes esto no los sorprende, porque tienen incorporada esta capacidad, tienen el hemisferio del cerebro derecho más desarrollado. Así es que no resulta raro que cada tanto en los medios de comunicación aparezcan personas que se erigen en jueces levantando su dedo condenatorio, personas que se conectan con esos antiguos campos de energía de la Inquisición. De tanto en tanto se pone de moda el tema de las sectas que de hecho existen, pero que no son tantas ni son   todos esos grupos de trabajo espiritual que nombran los que salen con su dedo acusador. El miedo  es el peor enemigo del conocimiento, si bien es una emoción útil, en muchas ocasiones es utilizada para controlar a las personas. El miedo es lo contrario de la fe y con la fe las puertas se nos abren. La fe está en el camino del amor, de eso se trata esto, el Reiki, el escucharse a uno mismo desde lo profundo desatendiendo mandatos culturales. La verdad, entonces, es la clave y  también el amor, que son dos valores humanos fundamentales, ambos se presuponen y operan como dos caras de una misma moneda. Los tiempos que corren nos piden expansión, apertura, integración de las diferencias y para eso necesitamos abrirnos a nuestras percepciones más íntimas y genuinas. El mundo se nos revela cada vez más fascinante, pero para acceder a ese mundo de afuera necesitamos imperiosamente conectarnos con nuestro mundo interior, nuestra verdad del alma. Las prácticas para desarrollar esta capacidad innata son variadas, no importa cuál escojamos, la alimentación natural, la meditación, el yoga, la respiración consciente, la oración, el canto sagrado, el Reiki, el adentrarse noblemente en la propia religión de origen, no importa el camino porque el camino es ancho y en última instancia nos conduce al  mismo sitio. La actitud fundamentalista de suponer que el único camino posible es el propio, resulta a esta altura de los hechos una antigüedad y una ridiculez. Las puertas son infinitas, como en nuestros juegos infantiles, cuando todo parecía posible.
                                                                                
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