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martes, 19 de marzo de 2013

FRANCISCO PRIMERO



Ya todos los saben: Los argentinos nos desayunamos con la noticia de que el Cardenal Bergoglio fue elegido Papa. Esto trajo toda clase de opiniones y de reacciones. Curiosamente las personas carenciadas que viven en villas de emergencia de nuestro país lo festejaron y sectores de la intelectualidad criticaron la figura del Papa electo, lo que no ha hecho más que destacar la clásica desunión del pueblo argentino. La falta de unidad conduce tarde o temprano inevitablemente a la guerra, guerra de las conciencias primero y luego guerra de las armas. La guerra de las armas no podría existir sin la división en el interior de  las conciencias individuales. Y la guerra, quién puede desconocerlo, es una gran industria del capitalismo que da ganancias como cualquier otra industria a determinados sectores.  En su homilía durante el acto de asunción, el Papa Francisco Primero priorizó la necesidad de cuidarnos entre nosotros, de cuidar al planeta. En la idea de cuidar está lo opuesto de la guerra y de la división. Supongo que los seres humanos no somos conscientes de que vivimos en una profunda escisión interior que socava nuestra vida y el mundo en el que vivimos y del cual nos nutrimos. Siento profundamente que la elección de este Papa es una  gran oportunidad para el pueblo argentino, para nuestro gobierno y por supuesto para toda Latinoamérica. A los argentinos se nos ha endilgado el rasgo de pedantería, esta muestra de humildad  del pontífice nos viene muy bien, aunque claro, ese es un rasgo del porteño, del nacido en Buenos Aires y no de todo el país, un país heterogéneo desde donde se lo mire: culturalmente, geográficamente, ideológicamente, decimos que los argentinos descendemos de los barcos, tanto es así que debí buscar mi identidad en mi bisabuelo italiano ante la crisis continua de este ser argentino. Por otra parte un Papa que como él mismo dijo  al que fueron a buscar al fin de mundo nos recuerda esta sensación de australidad, de estar cayéndonos del mapa que quizá sea la causa de la endilgada pedantería que es en realidad un complejo de inferioridad encubierto. Siempre nos hemos sentido tan lejos de todo los argentinos que esta vez,  ubicados de refilón a través de la figura de un Papa en el escenario del mundo, no salimos de nuestra perplejidad y emoción.


     Los vaticinios e interpretaciones políticas sobre esta elección han sido muchos, pero el Universo no se rige únicamente por estas leyes, hay una fuerza superior, hay un plan. Cuando el Papa nos pide que recemos por él está aludiendo a ese otro plano en el que operan todas las religiones, nos está invitando a tener un pie aquí y el otro allá, a reconocer el poder del trabajo enérgetico, a no limitarnos a las estrechas tres dimensiones para actuar sobre el mundo. Personalmente me siento cercana a la visión de este Papa, educado como fui educada yo por mi abuelo italiano, en la austeridad, en el bajo perfil, en la confianza en el trabajo, en socorrer a los débiles,  reconozco sin embargo que me falta una distancia para hablar de este hecho, hoy, en el día de la asunción del antiguo cardenal Bergoglio devenido en Papa, sólo puedo decir que estoy conmovida, desde esta australidad que tal vez nos permite ver desde otra perspectiva al mundo entero.

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