Sólo comprendiendo el sentido de unidad de
todo lo que existe, podremos entender
que el Universo tiene un propósito y que por correlación inevitable nuestra
propia vida está cargada de sentido. ¿Por
qué una cosa no puede ser separada de la otra? Por una concepción patriarcal,
exteriorista, prevalece la idea de que todo viene de afuera como la orden
caprichosa de un jefe o de un dios autoritario. El modelo de pensamiento se ha
basado justamente en esta premisa: el esquema exterior o ajeno nos moldea. Y
eso parecía provenir de una voluntad voluble. Pero cada uno de los hechos que
experimentamos proviene del peso de gravedad de nuestro propio centro que se materializa en un afuera.
La ley de correspondencia entre el afuera y el adentro, entre el arriba y el
abajo no puede operar si no existe primero un principio de unidad aglutinante
que impone su ley. Por eso para comprender el sentido de nuestra vida y las
profundas motivaciones de lo que nos sucede, es imprescindible que experimentemos
ese sentido de unidad, de lo contrario podemos caer en un sentimiento de
autocompasión o de resentimiento o de enojo que es el germen de la mayor parte
de las energías negativas que producen nuestras emociones y que parte de una
reacción a lo que sucede, de una no aceptación.
Y no aceptamos cuando no comprendemos. Como probablemente el sentido de
unidad no puede ser percibido cotidianamente en un mundo que tiende a separar,
a oponer, a dividir, es necesaria la experiencia espiritual que viene de la práctica.
La práctica de una disciplina espiritual es el camino, no vislumbro otro por el
momento, salvo el de la gracia que no es muy frecuente. La meditación, el
empleo del cuerpo en sus variadísimas posibilidades como búsqueda de
equilibrio, la contemplación de la naturaleza, el canto, la música, el desarrollo
de una disciplina artística, la lectura o el conocimiento de un pensamiento
totalizador o abarcativo pero no desde una modalidad mental o racional sino
sensible, los sistemas variados de imposición de manos, la plegaria, en fin, la clave es detener el mundo para conectarnos
con ese otro plano es la forma que hoy por hoy se nos ofrece. La práctica debe
ser constante aunque se nos presente repetitiva, no existe la monotonía ni la
repetición si no dejamos que la mente tome el control. Todo es nuevo a cada instante.
A mayor experiencia de la unidad, mayor la distancia que nos separa de la
violencia en todas sus manifestaciones porque el hilo que une cada una de las
cosas que nos habitan y habitamos muestra su trayectoria y nos señala
responsables, autores únicos de nuestra vida. Si experimentamos la unidad no hay contra qué
ni quién enojarse. Y sin el principio del enojo que es como una semillita no
habrá resentimiento ni odio ni fastidio ni ofensa ni envidia. Para poder
brillar deben acompañarnos con sus brillos los demás, una lucecita ardiendo en
medio de una inmensa oscuridad tarde o temprano se debilita. Todo está
conectado y para que funcione hay leyes que lo sostienen en sus
delicadísimas conexiones, comprender
esas leyes es experimentar la unidad y experimentar es saber que somos seres
trascendentes, seres que hoy están aquí pero han nacido parea dar un paso más
allá. Ese “allá” está también dentro de nosotros en este momento. Es un después
y es un ahora y es un antes, todo está en nuestro interior y el camino
espiritual o de autoconocimiento es el acceso.
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sábado, 25 de enero de 2014
jueves, 21 de noviembre de 2013
LA CLAVE DE ESTOS TIEMPOS
Leo en
Un curso de milagros: Nada de lo que me rodea me es ajeno. Recuerdo la frase
que solía repetirme mi reflexólogo holístico: El afuera es el adentro
expandido. Y ya sabemos la famosa aseveración de que somos creadores de nuestro
mundo. “Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. El otro, mi
semejante me está mostrando lo que soy en un espejo a veces invertido. Como
campo electromagnético que soy -y que todos somos- atraigo desde mi centro de
gravedad por afinidad aquello que me rodea y, por una básica ley de
correspondencia, lo que me rodea vibra en consonancia con lo que soy. El
trabajo principal que se realizaba en Prashanti Nilayam en la India era justamente ese:
ver de qué modo materializábamos el estado de nuestra mente. Sai Baba
representaba nuestra conciencia superior y expresaba para cada uno de nosotros
en su juego aquello que necesitábamos descubrir de nosotros para profundizarlo,
de este modo Sai Baba era nuestro espejo y nuestra sombra. Por eso las
materializaciones de objetos, anillos en su mayoría, tenían un sentido que
respondía al proceso de aprendizaje de la persona que recibía el objeto o
presenciaba la materialización. En otras palabras: aprender a mirarse en el
espejo del mundo. Para mí esta correspondencia entre el adentro y el afuera es
la clave de estos tiempos. Pareciera que las personas no supieran que su
persona no termina en su cuerpo o en su campo áurico, desde la suciedad que hay
en las grandes ciudades que es el entorno que construimos y habla de lo que
somos hasta el enojo cotidiano. Yo diría que el enojo justamente es la
expresión de este desconocimiento, de esta falta de responsabilidad que supone
estar creando nuestro mundo circundante. Vamos produciendo símbolos en el mundo mientras
vivimos y hay señales que marcan el proceso de nuestra evolución. Sin embargo
aunque ese afuera es parte de lo que somos no lo registramos como tal y
entramos en lucha, el enojo es la expresión de esa lucha. El enojo tiene
múltiples maneras de manifestarse y de mostrarse también de múltiples maneras.
Enojo es fastidio, irritabilidad, falta de aceptación, odio, resentimiento,
todo tiene su origen en el enojo. Y el
enojo nace porque creemos que el afuera nos es ajeno. Y lo más curioso es que
nosotros lo estamos construyendo. En estos últimos días he escuchado a personas que se quejan de sus
empleados, de sus amigos, de su familia, de la gente que anda por la calle como
si en principio no hubiesen sido atraídos por una parte de su propia persona.
Louise Hay afirma que somos responsables de la gente que atraemos a nuestra
vida. Es un rasgo de egocentrismo
limitar lo que somos a una porción tan reducida a la palabra “yo”. Si nos
separamos del entorno y nos diferenciamos de él vivimos en la dualidad, dejamos
de integrarnos a un sistema mayor del cual formamos parte. Y así perdemos la
perspectiva de las conexiones que nos permiten comprender cómo funciona el
universo. Esa es la clave principal de estos tiempos, percibo como una suerte
de ceguera y una lucha sorda en la gente que se queja del afuera una y otra vez
y en casi todos los casos aquello que es cuestionado suele ser su rasgo
fundamental de carácter. Aquello que critico es lo que más necesito modificar
en mí De un modo inevitable me surge la
imagen de San Francisco de Asís que había comprendido esta premisa
perfectamente, en la película sobre su vida dirigida por Liliana Cavani hay una
escena estupenda en la que el personaje de Francisco descubre que pudo vencer
el rechazo, que por fin ama todo, acepta todo como parte de una unidad que no
tiene contradicciones en sí misma. Así como un sistema ecológico no puede
prescindir de sus elementos sin perder su armonía, el universo también y
nuestro sistema de vida personal, en absoluta consonancia con esa ley que todo
lo rige.
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miércoles, 6 de noviembre de 2013
ESTRUCTURAS HORIZONTALES O VERTICALES
La pequeña torre de Babel de Peter Bruegel el viejo 1563
Todo, ya sea un grupo humano, familia, pareja o un conjunto de células necesita un modo de funcionamiento. Todo lo que nace, vive y se desarrolla en función del conjunto, muere cuando es ineludible para que el sistema se renueve y así dar lugar a la transformación y, por supuesto, pasa necesariamente por etapas en las que se mantiene constante. Lo contenedor o grande es la estructura, su mínima expresión son los átomos. Los átomos, tanto en los organismos vivos como en la materia, están en movimiento continuo, ese movimiento se acopla al movimiento de las estructuras que lo contienen. Esas estructuras necesitan de un sistema que es la manera en que los elementos que la integran se relacionan en el movimiento. Hay sistemas ligados al funcionamiento de la naturaleza, del universo, que siguen un patrón horizontal, vale decir en el que todos sus componentes se interrelacionan armónicamente y cumplen su función. La horizontalidad en su forma de relacionarse les permite precisamente interactuar sin imponerse uno sobre otro, sin aplastarse digamos en términos metafóricos. Por otro lado hay un sistema de modalidad vertical que se rige por el predominio de un elemento sobre los restantes que determina las peculiaridades de su comportamiento, los restantes se subordinan a este mandato. Hemos vivido en sociedades que pertenecen a este último modelo de comportamiento, la perspectiva histórica nos permite reconocer la llamada era pisciana que se perfila ya en sus finales con sus guerras, enfrentamientos, colonialismos, países dependientes del poder omnímodo de los imperios de turno y las comprensibles derivaciones de lo que eso trae aparejado. Este modelo político ha tenido inevitablemente su correlato en los grupos humanos, como no podía ser de otra manera, por una simple ley de correspondencia. Así las familias, las organizaciones, las parejas y los distintos grupos humanos se alinearon a este modo de funcionamiento a la que las feministas llamaron “patriarcal”. Las consecuencias de este funcionamiento las hemos visto en los continuos desequilibrios y en el sufrimiento humano. Ante todo este sistema patriarcal de prevalencia de energía masculina contraría las leyes naturales, el de energía femenina, horizontal y los resultados están a la vista y se ha hablado ya mucho de ellos por las alteraciones en los ecosistemas, el clima etc. etc. etc. El problema es que aún, los humanos estamos viviendo los coletazos de un sistema patriarcal que hace agua por los cuatro costados y lo seguimos padeciendo aunque proclamemos estar encaminados en sendas espirituales o en la militancia del medio ambiente o en la profundización de terapias psicológicas modernas. Seguimos atrapados en el viejo modelo porque el cambio se produce en etapas, en ciclos y al parecer por ahora no se ha producido la posibilidad de que la conciencia colectiva dé un salto absoluto y lo comprenda todo. Así es que yo misma me he visto inmersa en grupos en los que la característica predominante ha sido el poder del coordinador que cobijándose en una supuesta regla disciplinaria intentaba controlar a los asistentes, restringirlos, achicar su aura, limitarlos en nombre de algo superior. Ese conocimiento superior sin duda existía, invocarlo nos involucraba a todos, el problema es que el sistema de funcionamiento grupal desdecía esos principios superiores porque la coordinación de ese grupo humano se establecía bajo las viejas pautas. Por ese motivo el grupo se articulaba manteniendo la relación exclusivamente entre cada uno de los integrantes y el polo de poder que estaba en la cúspide, el del coordinador. Grupos regidos por este tipo de sistema producen un fenómeno lamentable: inhiben la vinculación entre sus miembros porque esa es la característica propia del modelo patriarcal: funcionar en relación con el vértice; basta observar el modelo militarista para comprenderlo. Así, abolida la relación horizontal, los integrantes del grupo no se perciben entre sí, todo gira en torno a la decisión de la coordinación. En muy común en estos grupos que cuando un integrante se va, cuando abandona el grupo, la angustia, natural y humana que suele producirse en los que permanecen en el grupo sean negadas. No hay reconocimiento de las identidades particulares. En términos muy modernos se habla de comportamiento sectario, sin llegar a los extremos de las sectas religiosas más radicales, sin embargo en grupos humanos religiosos o no se reproduce en menor grado el mismo comportamiento. El justificar cada una de las actitudes en nombre de un poder superior le permite al coordinador actuar de controlador y regidor de las conductas. Nadie puede estar en contra de la disciplina, pero la disciplina no es represión, reconocer la diferencia es la condición fundamental que permite diferenciar un grupo de estructura horizontal de uno vertical. En un grupo de estructura horizontal existen las voces individuales. Cuando un coordinador exige silencio, habla todo el tiempo de sí mismo, pontifica las conductas de unos y repudia las de otros aunque sea encubiertamente, está dividiendo al grupo y ensalzando su figura, en tanto se presenta como depositario de un saber. Estos son típicos recursos empleados para sostener el sistema patriarcal. Y desde ya no está ausente la crítica que opera como anulador de uno de los polos, en vez de integrarlos el resultado de esta crítica es el sometimiento. La crítica suele estar dirigida generalmente a los que no pertenecen al grupo o los que lo abandonan, mediante este recurso el mal o el error se coloca afuera. Se impone la dualidad que encierra a los integrante en una suerte de cárcel o sistema cerrado. Es importante destacar que sin el ingrediente básico de la crítica este modelo no se sostiene. Quien critica se ubica en el lugar de autoridad incuestionable. Claro que, por supuesto, una vez instalado el recurso de la crítica, esta se desplaza de uno a uno entre los integrantes y se convierte en un estilo de relación. El juicio de valor, la condena y la rivalidad entre compañeros se instala. La idea del mal y del bien perfectamente delineada, bipolar apuntala el andamiaje verticalista. Entonces todo se basa en la mente, en las ideas y van desapareciendo poco a poco la solidaridad, las muestras de ternura y la competencia y la autoafirmación del ego individual como espejo del coordinador prevalecen. Recuerdo la educación de mi escuela primaria y hasta del catecismo que respondía a este modelo que ha dado muestras no sólo de destruir al planeta, porque va en contra de toda lógica natural de funcionamiento sino que ha destruido familias, personas, emprendimientos, países. Por fortuna le queda poco tiempo al patriarcado, sin embargo debemos reconocer que en este tiempo maravilloso de grandes cambios aún estamos aprendiendo a despedirnos de él.
No es casual que en este momento de
desarticulación del modelo rígido de energía masculina se refloten los
fundamentalismos en sus muchas variantes, es el manotazo de ahogado del
sistema, sus coletazos finales antes de
darle cabida a un orden más armónico y respetuoso de la vida. Tengamos en
cuenta que las personas somos víctimas de los modelos, aunque
desde ya podemos cambiarlos, decodificándolos, simplemente tomando conciencia. Es muy triste cuando estos modelos antiguos se
perpetúan en nombre de la evolución de la conciencia o de un supuesto camino
espiritual, cuando confiadamente formamos parte de estos grupos creyendo que
avanzaremos en nuestro camino de conocimiento y lo único que hacemos es apuntalar
el modelo del viejo paradigma. Es muy
doloroso descubrir que lo hemos estado sosteniendo en su agonía. Y de eso también somos responsables.
miércoles, 2 de octubre de 2013
REIKI
De
algún modo siento que el Reiki es un camino de regreso. De regreso a aquella
forma de vida que involucraba otros planos integrándolos a nuestro quehacer
cotidiano. El Reiki retoma corrientes chamánicas japonesas que se vinculan a
las antiguas prácticas de las llamadas brujas medievales que en Occidente
conocían los secretos para curar y restituir el equilibrio con yuyos, piedras,
oraciones, símbolos, danzas, las que fueron quemadas en la hoguera por la Inquisición. La
misma corriente chamánica de nuestros pueblos originarios aquí en América.
Resulta interesante que el origen del Reiki se mezcle con la leyenda cuando
ocurrió no hace mucho, ya que ni siquiera ocurrió hace más de cien años la mítica escena de Micao Usui en el monte
Kurama donde pasa sus gloriosos veintiún
días y recibe los símbolos que son la base de esta práctica. Y precisamente
porque contiene tanta caudal transformador que esto ocurrió y no porque la señora Hawayo Takata haya querido ocultar,
inventar o encubrir puesto que todo nos
ha llegado a través de ella que fue quien trajo el Reiki a Occidente en
vísperas de la segunda guerra mundial.
Es
bastante significativo que ahora que el Reiki se ha extendido globalmente
ayudando a muchas personas a descubrir la existencia de los planos sutiles
operando en este mundo tridimensional, siendo ni más ni menos que la matriz de
la materia del mismo modo que el cuerpo sutil humano es la matriz del cuerpo
físico y por lo tanto es donde se forja primero lo que luego se manifestará
materialmente, digo ahora que este saber se está extiendo en forma práctica
ayudando a tanta gente a expandir su conciencia, surjan personas que lo
cuestionen, que digan que está perimido, que hay otras prácticas más rápidas
etc., etc., etc. No todo lo rápido es
mejor y el tiempo que ofrece el Reiki permite un estado de meditación
compartida por quien canaliza y quien recibe. Me pregunto por qué una cosa
tiene que anular la otra. Y enseguida me surge como respuesta que este es un
mecanismo del viejo paradigma que por ser verticalista planteaba que era una
cosa o la otra, no permitía la convivencia de lo diverso. El nuevo paradigma se
apoya en la consigna opuesta: Es esto más esto más esto otro y no esto en vez
de aquello otro. Al menos a mí en el caso del Reiki me ocurre que habiendo
alcanzado también la maestría de Magnified Healing como la del Reiki, no
excluyo al Reiki en mi práctica sino que empleo una u otra técnica según las
circunstancias. Me da la impresión de que aún no hemos abandonado el viejo
concepto de la guerra tan típico de la era pisciana. Siempre se trata de
batallar, de imponer una cosa sobre otra, la guerra ha sido el sostén del viejo
sistema, una guerra no sólo expresada en los campos de batalla concretos sino
en la cotidianeidad de las relaciones humanas en el trabajo, en el hogar, en
las conciencias. Me salta una frase del Curso de milagros: “Todo lo que no es
paz es ego”. Detrás de la impugnación tajante, taxativa a una técnica está el
ego que recorta, que limita, que enfrenta. La verdad siempre se encuentra en la
experiencia. Y la experiencia a mí me ha indicado y me sigue indicando que con
un Reiki bien hecho, al que le agregué gemoterapia, la persona que recibe la
energía Reiki puede cortar lazos, tener una apertura espiritual, disolver
sombras y canalizar información que el practicante de Reiki percibe en el mismo
instante demostrando así que no existe separación, que todos somos uno. Estamos
comenzando este siglo XXI que se caracteriza por abrir el canal que permite que
lo diferente conviva con lo diferente para que la experiencia de unidad sea un
hecho irrefutable. El Reiki es una herramienta estupenda que se enriquece día a
día conectándonos con el pasado y el futuro al mismo tiempo de maneras
insospechadas.
domingo, 5 de mayo de 2013
EL ANTIGUO MODELO DE VICTIMIZACIÓN Y CULPA
Cuando hablo del modelo de victimización y culpa no me refiero a la
clásica situación en la que una persona le dice a otra que le arruinó la vida o
le hizo mal, al mejor estilo del tango ciudadano. Eso lo conocemos y es yo
diría un paso más allá de algo que está más acá: Todo lo que nos ocurre es una
extensión de nuestra interioridad, o lo que es lo mismo: el afuera es el
adentro expandido. Escucho con frecuencia ciertas frases que tienen un dejo de
lamento como “no me invitaron aquí o a allá” “Yo esperaba que los hechos fuesen
diferentes” “¡Quién iba a decirme que yo tendría que vivir semejante situación
espantosa! y cosas así. Sencillamente no nos estamos haciendo
responsables de nuestra vida y de alguna manera nos victimizamos pero ya no
frente a un otro de carne y hueso sino frente al Universo, las circunstancias,
la vida o lo que fuere. Concebimos el suceder del mundo como el efecto de algo
externo a nosotros y no como la manifestación de lo que somos. Del mismo modo
en que los chinos afirman que nuestra casa en sentido arquitectónico es nuestra
segunda piel, el mundo es nuestra extensión, la extensión de nuestros pensamientos.
Podríamos decir en este sentido que el mundo es una pantalla donde se reflejan
nuestras emociones. Si nos detenemos a mirarnos por dentro y dejamos un poco de
manifestar deseos que es en realidad el movimiento opuesto a la auto indagación,
notaremos que nada es fortuito que todo es causal, que se está produciendo
continuamente una sincronicidad de la que somos autores. No sólo nadie nos hace
nada que nosotros no hayamos propiciado antes con nuestros anhelos, ilusiones
rotas, programaciones de vidas anteriores o fortalecimiento de un paradigma
personal sino que estamos invitando a los demás seres y al Universo todo a que
responda a esa configuración que parte de nosotros mismos como un centro de
gravedad en el cual orbita el llamado mundo. Por eso no hay separación entre el
mundo y nosotros, todo es continuidad, todo es relacional. Y entonces a qué o a
quién le vamos a reclamar una conducta o una consecuencia diferente a la
plasmada. Hasta las características del amigo que atraigo a mi vida es una
parte de lo que yo soy, a veces por oposición extrema lo que está hablando de
mi necesidad de equilibrar las polaridades, ni hablar de la pareja que es mi
sombra en sentido junguiano.
No es
extraño que sigan apareciendo líderes negativos, carismáticos pero devoradores
de la energía ajena que nos prometen salvaciones porque esto responde al mismo
esquema del modelo de victimización y culpa que suele ir más allá y hacer
responsables a nuestros padres. Nada de eso es verdad. Si el Universo tiene un
propósito y un plan, nosotros también traemos un camino a transitar donde
nuestros padres y las circunstancias son actores que nos permiten llevarlo a
cabo. La idea del líder que viene a salvarnos es la contrapartida necesaria de ese concepto de que algo o alguien nos
perjudica fuera de nuestra voluntad y decisión personales. El poder está dentro
de nosotros, dice Louise Hay, pero no en la forma de un modelo patriarcal que
se impone al afuera porque adentro y afuera son, como bien sabemos, una
continuidad. Esto ya está avalado por la ciencia desde la física cuántica.
Cuando descubrimos hasta qué punto todo lo que nos ocurre en la vida es una
materialización de nuestro ser interno, de la fuerza de nuestras creencias y
pensamientos a lo mejor comenzamos a ser libres por primera vez.
jueves, 4 de abril de 2013
LA VERDADERA SOLEDAD
Conocemos perfectamente uno de los ritos de iniciación, típicos de las culturas de los pueblos originarios de América, que consiste en que un niño que está a punto de dejar de ser niño para pasar a la etapa siguiente caiga desde la altura a un espacio vacío. Mediante este rito el niño incorpora un conocimiento: deja ya el abrigo de los padres como sostén permanente para experimentar su propia fuerza como sostén principal. En algunos procesos chamánicos de crecimiento interior se utiliza para adultos ya bien crecido el mismo rito. Recuerdo que en un taller que hice una vez la experiencia intentaba incorporar el sentido opuesto: Debíamos dejarnos caer hacia atrás confiando en que uno o varios compañeros nos sostendrían y eso tenía necesariamente que suceder para aprender así a sentirse conectados y apoyados por el grupo.
En muchas ocasiones en nuestra vida diaria necesitamos recurrir
a la experiencia de crear vacío frente a otro. Cuando por ejemplo una persona
busca llamar la atención pretendiendo ser el centro de todo, cuando un niño se
pone excesivamente demandante por puro capricho, cuando la amiga emplea la
autocompasión para ser atendida de modo permanente sin poder
escuchar al otro al punto de concebirse como un personaje trágico, sin duda no
quiere crecer, le resulta cómodo ese rol que se inventó para sí misma que le
permite devorar energía circundante. Ese paso al costado que damos es una
oportunidad para la persona con el fin de que se escuche a sí misma, se
encuentre con su fuente interior y no continúe dando manotazos de ahogado
esperando que todo venga de afuera. No hay mayor daño que hacerle creer a
alguien que somos sus salvadores, hay mucho ego en nosotros si lo hacemos y
mucha vanidad en quien quiere creerlo.
En realidad nunca estamos solos, no existe la soledad desde
un punto de vista espiritual, pero sí existe en un tramo, en un pasaje de
alguien que se encuentra entre el desconocimiento y la posibilidad de acceder a
una zona nueva de sí mismo. Se dice que cuando Cristo estaba en la
Cruz y
pronuncia la famosa frase: “Padre me has abandonado”, lo que ocurrió es
que estaba dejando de ser Jesús para ser el Cristo, fue un pasaje, dicen que
las entidades que lo acompañaron se retiraron para que entidades superiores
vinieran a ocupar ese lugar. Esos momentos de vacío logran ser en
nuestra vida mojones que indican que estamos evolucionando. Experimentamos
entonces la soledad, eso que no existe de modo absoluto pero que se presenta
como una parte del camino. Compasión no es taparle todos los agujeros al
semejante sino ayudarlo a crecer, el dolor y estos momentáneos estados de
soledad pueden ser el alimento que nutre nuestra evolución.
martes, 26 de marzo de 2013
SIMPLEMENTE ESCUCHAR
Que yo
recuerdo nunca me resultó fácil escuchar. En mi familia la gente monologaba y
como yo era más chica y en aquellos años los niños casi no tenían derechos,
debía escuchar. La sensación que tengo fue la de no haber sido escuchada. Cuando crecí un poco copié los hábitos de mi
familia y hablaba hasta por los codos sin registrar al otro. Entonces intenté
aprender. No sé si aprendí en realidad. Lo que tengo muy presente fue primero
mis sesiones de psicoanálisis durante años donde no era poco frecuente que el
psicoanalista dijera: ¿Usted se escuchó lo que acaba de decir? Pero quizá donde
se me hizo más interesante el aprendizaje fue en los grupos de autoayuda. En
esos grupos una persona no podía hablar cuando el otro estaba hablando, cosa
que en mi familia había sido muy común por no decir el modo habitual. Entonces
empecé a escuchar de verdad al otro, al menos el tiempo que duraba la sesión
del grupo. Y supongo que desde ese momento se me fue haciendo hábito.
Luego está el tema del teléfono en las grandes ciudades. Durante años
fue como un canal entre los amigos. Pero ahora vaya a saber si por mi cambio
personal o la existencia de las redes sociales se me volvió una invasión. Y
tuve que comenzar a limitarlo. Los recuerdos de personas que literalmente
prenden la radio a las que ni siquiera si una suspiró, dijo “sí” o “no” o carraspeó. Es un inconveniente no
verle el rostro al que habla. Con la escritura de las redes sociales es otra
cosa, el tiempo de escribir da lugar a uno y a otro alternativamente y al leer
la atención se centra con mayor facilidad.
No
en vano en la tradición hindú el Dios Ganesha tiene dos grandes orejas de
elefante: el sabio es el que escucha, no el que habla.
Con
los años trato primero de escucharme a mí, de saber qué me pasa. Sospecho que
nuestra dificultad para escuchar al semejante se debe a que en principio no nos
escuchamos a nosotros mismos, tenemos obturado al observador interno y quebrada
nuestra conexión con ese ser que es lo que somos en verdad. Entonces en el
discurso cuando abrumamos al otro sin parar sale el personaje social, lo que no
somos, lo que construyó nuestra mente. Que si vamos bien vestidos, que si el
otro me dijo, me hizo, me lastimó, no me miró, no me saludó, etc. Cuando la
gente se conecta con su ser interno no tiene esa necesidad desenfrenada de
hablar. La habladera continua es un acto mecánico que tiende a crear un surco
en un mismo sitio. Si observamos esa clase de discursos nos daremos cuenta de
que son discursos cerrados sobre sí mismos, por eso cansan tanto al
interlocutor porque nada los modifica, no necesitan del afuera y la escucha en
realidad es un disfraz para robarle energía a la persona que ha prestado su
oreja. Hay que huir de esa clase de falsos diálogos, aunque la persona se
victimice y diga que si una le presta atención está siendo misericordioso.
Mentira, no es así, es sólo alimentarle la falta de crecimiento, lo único que
busca esa persona es ser el centro y mantener el statu quo. Cuando una persona habla
debe ser para que el que escucha pueda decir algo que le permita revisar o
modificar su postura, de lo contrario la palabra está emparentada con la
adicción. Lacan habla de eso, del discurso repetido sobre sí mismo que en
realidad no es más que una profundización de la lastimadura. Y otra cosa:
cuando escuchamos, si realmente escuchamos necesitamos estar lo más lejos
posible del prejuicio, del juicio de valor, de esperar que el otro diga lo que
queremos escuchar o que siga nuestro enfoque o responda a nuestro particular
paradigma. Para escuchar en serio es preciso no proyectar nuestra sombra sobre
el otro. Escuchar entonces es un acto de humildad. Y claro que si el ego está reforzado, lo que equivale
a estar identificado con la mente, nadie escucha a nadie, es sólo ruido que se
suma al ruido imperante de nuestra civilización.
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