Mi lista de blogs

martes, 19 de marzo de 2013

FRANCISCO PRIMERO



Ya todos los saben: Los argentinos nos desayunamos con la noticia de que el Cardenal Bergoglio fue elegido Papa. Esto trajo toda clase de opiniones y de reacciones. Curiosamente las personas carenciadas que viven en villas de emergencia de nuestro país lo festejaron y sectores de la intelectualidad criticaron la figura del Papa electo, lo que no ha hecho más que destacar la clásica desunión del pueblo argentino. La falta de unidad conduce tarde o temprano inevitablemente a la guerra, guerra de las conciencias primero y luego guerra de las armas. La guerra de las armas no podría existir sin la división en el interior de  las conciencias individuales. Y la guerra, quién puede desconocerlo, es una gran industria del capitalismo que da ganancias como cualquier otra industria a determinados sectores.  En su homilía durante el acto de asunción, el Papa Francisco Primero priorizó la necesidad de cuidarnos entre nosotros, de cuidar al planeta. En la idea de cuidar está lo opuesto de la guerra y de la división. Supongo que los seres humanos no somos conscientes de que vivimos en una profunda escisión interior que socava nuestra vida y el mundo en el que vivimos y del cual nos nutrimos. Siento profundamente que la elección de este Papa es una  gran oportunidad para el pueblo argentino, para nuestro gobierno y por supuesto para toda Latinoamérica. A los argentinos se nos ha endilgado el rasgo de pedantería, esta muestra de humildad  del pontífice nos viene muy bien, aunque claro, ese es un rasgo del porteño, del nacido en Buenos Aires y no de todo el país, un país heterogéneo desde donde se lo mire: culturalmente, geográficamente, ideológicamente, decimos que los argentinos descendemos de los barcos, tanto es así que debí buscar mi identidad en mi bisabuelo italiano ante la crisis continua de este ser argentino. Por otra parte un Papa que como él mismo dijo  al que fueron a buscar al fin de mundo nos recuerda esta sensación de australidad, de estar cayéndonos del mapa que quizá sea la causa de la endilgada pedantería que es en realidad un complejo de inferioridad encubierto. Siempre nos hemos sentido tan lejos de todo los argentinos que esta vez,  ubicados de refilón a través de la figura de un Papa en el escenario del mundo, no salimos de nuestra perplejidad y emoción.


     Los vaticinios e interpretaciones políticas sobre esta elección han sido muchos, pero el Universo no se rige únicamente por estas leyes, hay una fuerza superior, hay un plan. Cuando el Papa nos pide que recemos por él está aludiendo a ese otro plano en el que operan todas las religiones, nos está invitando a tener un pie aquí y el otro allá, a reconocer el poder del trabajo enérgetico, a no limitarnos a las estrechas tres dimensiones para actuar sobre el mundo. Personalmente me siento cercana a la visión de este Papa, educado como fui educada yo por mi abuelo italiano, en la austeridad, en el bajo perfil, en la confianza en el trabajo, en socorrer a los débiles,  reconozco sin embargo que me falta una distancia para hablar de este hecho, hoy, en el día de la asunción del antiguo cardenal Bergoglio devenido en Papa, sólo puedo decir que estoy conmovida, desde esta australidad que tal vez nos permite ver desde otra perspectiva al mundo entero.

viernes, 22 de febrero de 2013

NO JUZGAR


      Repetimos insistentemente que un rasgo en la personalidad de la gente que indica que hay una evolución en su conciencia, una mayor comprensión de cómo funciona el universo es el de no juzgar a los otros, a los semejantes. Y pareciera que eso se reduce a no hablar mal de actitudes y comportamientos ajenos y por supuesto es más que eso. El no juzgar es un indicio de una comprensión mayor. No por nada en la cultura hindú no es aceptable señalar con el dedo índice a otra persona. Nuestro cuerpo habla con un lenguaje de movimientos y gestos que tiene significación y por lo tanto afecta a la energía circundante. La práctica de la técnica hawaiana Ho ponomono   es un punto de partida interesante y revelador que nos permite comenzar a experimentar el peso que tiene un juicio de valor arraigado a la hora de manifestar nuestras emociones, de qué modo nuestra emocionalidad depende de un plano mental que acuñó creencias que solidificadas con el tiempo determinan nuestro modo de relación con otras personas. Con la práctica de Ho ponomono vamos descubriendo que el perdón es mucho más englobante que un simple acto de soltar aquello que nos aprisiona y como tal nos limita  por el hecho de ocupar un espacio en nuestra conciencia con energía densa, el perdón abre puertas inesperadas como si de pronto extendiéramos un lienzo plegado en minúsculas partes. Cuando la conciencia comienza a expandirse los grados de comprensión se amplían, se convierten en un modo de operar. Algo semejante o quizá más revelador aún, dependiendo de la experiencia individual, nos ocurre cuando constelamos de acuerdo al método de Hellinger, vivenciando eso que es contenedor y superador de nuestra persona y que determina nuestro lugar en un sistema familiar y de allí nuestro sentir y comportamiento, podemos reconocer que el juzgar es una torpeza de nuestra mente que intenta jerarquizar para entender o que buscando aplacar o darle sosiego a lo que nos atormenta construye cajitas, estructuras, prisiones. Yo diría que es casi imposible salir de un taller de constelación familiar señalando con el dedo la falta de otra persona, porque hemos comprendido que todos jugamos un papel dentro de una totalidad que es determinante. Esa idea de totalidad, de ley superior, esa revelación única nos libera de clasificar a la gente dentro de estructuras fijas, ya que de eso se trata el juicio de valor.  Obviamente el juicio de valor necesita imperiosamente de una mente dual, bipolar, es decir que esté fuera de la captación de la unidad. Cuanta mayor sea nuestra percepción de la unidad, menos juicio limitante tendremos hacia los demás.
  He llegado a un momento en el que me duele escuchar consideraciones negativas de unas personas sobre las otras, a veces tan distantes de un mínimo grado de compasión. Lo escuchado delata más de quien emite el juicio que de la persona juzgada. Lo que aparece en estos casos es la falsa idea de quien  está juzgando de considerarse superior, de hecho el juicio de valor supone una mirada desde arriba sobre los semejantes y no  de una ubicada en el mismo plano. Por esta misma causa el sistema de las ideologías tomado en forma rígida colapsa con tanta facilidad. Ya sabemos que en Occidente  nuestra manera de comprensión de la realidad se basa fundamentalmente en la oposición, en  la tensión entre contrarios y eso nos hace confundir información con conocimiento.  Las prácticas, como las que cité del Ho ponomono o de las constelaciones familiares que son métodos terapéuticos, así como las otras prácticas de meditación y sus variantes, son un camino yo diría imprescindible hoy por hoy para trascender esa cosmovisión medieval apoyada en el juicio de valor previo y cristalizado. Esto da para seguir hablando sobre el tema hasta el infinito, porque el semejante que está a mi lado no es otra cosa que mi sombra o la expresión de aquello que me libera de actuar ese papel. Ya no podemos pensar a nadie individualmente sino dentro del sistema que lo contiene y le asigna un rol. El otro es mi propia sombra desplegada.  El afuera es el nuestro adentro expandido y aquello con lo que nos topamos funciona como un espejo que puede ayudarnos a reconocernos.  Juzgando no hacemos más que enturbiar nuestra propia imagen. No hay separación, si abrimos los ojos del alma no hay dualidad, el mundo de la materia es ilusión, sólo hay Dios, dimensión sagrada.
                                                                                                 


lunes, 4 de febrero de 2013

LENNON Y YOKO EN UNA CAMA

                                                                                    

   
Mirando un documental sobre la vida de John Lennon me sobresalto a cada rato. Y no es sólo porque me retrotrae al espíritu de mi juventud, al sentido revolucionario, transformador que ha regido mi manera de enfocar las cosas, es porque Lennon pone sobre el tapete el tema de la violencia. Entonces es como si me mostrara otro aspecto de este tema crucial que no termina de ser profundizado porque el sistema económico, político no lo tolera. Cuando el FBI está contra la presencia de Lennon en Estados Unidos algo resuena dentro de nosotros, por un lado a mí me hace sonreír pensando que a amigos míos en los sesenta se los llevaba presos porque tenían el pelo largo, nada más que por eso y que el castigo consistía en raparlos en la comisaría. No, no es inocente ni el acto de llevar el pelo largo ni la acción extremadamente violenta de cortarles el pelo. De inmediato se me cruza la imagen de Gandhi  hilando su propia tela como respuesta revulsiva al colonialismo inglés que desarrolló su industria en base al algodón y sometió a toda la India por razones económicas. A Gandhi haciendo ayuno, a Gandhi manifestándose en silencio frente a un conjunto de policías armados. Del mismo modo aparece John Lennon y Yoko Ono en una cama en Canadá declarando que ese es su modo de protestar contra la violencia del sistema político: quedarse en la cama, en ese sitio donde la gente nace y muere, donde se gestan los hijos, donde se hace el amor, donde nos replegamos de la lucha del mundo y soñamos. Hoy, a la luz de los más de cuarenta años transcurridos, esa pareja hablando de la paz y contra la guerra en una cama, me conmueve profundamente. Declararse contra la guerra no es una frase nada más, es ir contra la mayor industria del sistema capitalista que necesita de la guerra no sólo para vender armas o derrocar gobiernos contrarios o apoderarse de los bienes imprescindibles bajo el pretexto de liberar al oprimido o llevar la civilización al país que será atacado, la guerra para el capitalismo es lo que permite la permanencia del sistema en tanto y en cuanto el sistema necesita vender productos manufacturados que son cada vez más, la guerra destruye y luego permite empezar de nuevo para así  seguir vendiendo  y sosteniendo el lema de “tire y compre” siga funcionando en detrimento del equilibrio planetaria, por citar sólo un detrimento.
   Ahora bien, la paz evocada y convocada por Lennon era en principio política, pero hoy que la violencia es pan común y aparece naturalizada en nuestra vida cotidiana más que nunca necesitamos actos contundentes que convoquen  la paz. Ningún acto es inocente, nadie que se para frente al mundo y anuncia con un gesto un valor deja de marcar su huella. Lennon habla de Flower power y de inmediato nos viene la imagen de la muchacha que coloca el tallo de una flor en el agujero de un fusil de la policía. Si de verdad profundizáramos el concepto de que la violencia es la contratara del amor, no aceptaríamos con tanta facilidad que alguien maltrate a un chico en la calle, que alguien agreda verbalmente a otra persona, que una mirada desaprobatoria y cargada de desprecio inhabilite a un semejante. Violencia es mucho más que fuerza física, es el no reconocimiento de nuestro derecho a ser quienes somos, en nuestra diferencia y diversidad, sea esta la manifestación de algún  perfil cultural, de una elección sexual, de un rasgo de nuestro carácter, es hablar todo el tiempo de nuestras necesidades y no registrar a la otra persona. Nadie puede arrogarse el derecho de decirle al otro lo que tiene que hacer en su vida privada, ni cómo pensar, ni qué comer, ni a qué Dios adorar. El autoritarismo en sus muchos matices es una de las formas de violencia socialmente aceptada, un resabio del modelo patriarcal típico de la era pisciana que estamos dejando atrás. Violencia, como ya dije, es el quebrantamiento de la ley del amor, llamamos amor a un principio de energía, a una orientación o comportamiento de la energía porque no sabemos cómo llamarla, es una tendencia a la expansión muy poderosa, tan poderosa que cuando vamos en sentido contrario, se presenta la violencia, ya sea porque tenemos un pensamiento que va contra el modo en que cada una de nuestras células tiene programado o porque reaccionamos ante otra persona cuando la otra persona no nos ha atacado ni vulnerado.  Hoy, esa pareja vestida en pijama en un hotel de Canadá, Yoko y John, hace más de cuarenta años me recuerda a los mudras hindúes, esos gestos que hace el cuerpo para movilizar la energía. En la cultura hindú señalar con el dedo índice de una mano es algo inaceptable,  supone poner afuera algo que seguramente nos involucra, es señalar el error en dirección equivocada. “En un gesto cabe la historia”, dice Roland Barthes. Esa pareja en una cama al menos esta tarde tuvo para mí la fuerza de Gandhi tejiendo en su casa sentado en el suelo. La violencia en todas sus formas se ha colado en nuestra vida, tanto y tanto, que ya no la reconocemos como tal. Un acto decisivo puede ayudarnos a reflexionar para separar la paja del trigo, el amor que debe nutrir nuestra vida de lo que no lo es.
                                                 

                                         

                               

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL VALOR DE LA PALABRA

Isadora Duncan

        Recuerdo que en mi adolescencia  me impresionó muchísimo leer el libro autobiográfico de Isadora Duncan, la creadora de la danza moderna. Ella cuenta que había perdido sus dos hijos pequeños en un accidente y no tenía consuelo. Esto ocurrió a principios de la década del XX, entonces Isadora narra su experiencia con la famosa actriz Eleonora Duse.  Al parecer todos los allegados de Isadora le decían que olvidara, creyendo que así la ayudaban, pero ella estaba cada vez peor, no lograba superar un poco su dolor interno. Entonces la Duse le dijo que hablara, que hablara de sus hijos todo lo que quisiera. Y fue aliviador, el dolor comenzó a ceder. Claro, era plena época de los inicios del psicoanálisis. Hemos aprendido mucho desde entonces sobre nuestra psiquis y sobre los procesos de duelo. Sin embargo los tiempos han cambiado, la energía planetaria y nuestra evolución nos han llevado a un estadio diferente. Aún necesitamos elaborar el duelo, hablar, ir al psicoanalista muchas veces. Claro que esa es una etapa en el camino de autosuperación de conflictos, a veces necesaria, otras, imprescindible incluso para personas que se han iniciado en el autoconocimiento espiritual, suelen saltearse este tramo de conocimiento de sus emociones básicas y entonces creen que están preparados para dar un salto y no es así.
   Hablar es bueno pero hablar de qué, cómo, cuándo y sobre todo preguntarnos qué clase de energía estamos perpetuando. Saber escuchar no significa permitir que el otro se regodee en su propia energía densa contando una y otra vez anécdotas sobre sus infortunios. En ese caso nos convertimos en testigos de su hundimiento emocional. Eso no es bueno para que el habla ni para el que escucha. Ahora si en la narración de esos infortunios se desentraña algo, si es útil para comprender, entonces adelante con el relato. Por desgracia se suele confundir saber escuchar con permitir que el otro nos utilice como recipiente de su basura energética. Dejar que el otro cuente largamente su dolor es permitirle que se siga hundiendo y que crea que es una víctima del mundo. Una persona que se victima partiendo de la base que el mundo es malo, así cree fervientemente que es el mundo el que debe adecuarse a ella, en otras palabras que es el mundo el que debe cambiar y no ella. Y ese, ya lo sabemos, es un pedido excesivo. Quien critica continuamente desde su lugar de víctima se identifica con la oscuridad y de ese modo se instala en la dualidad porque su ser interno es luz. Cuando nos alejamos de nuestro ser interno ya no sabemos quiénes somos.
 A falta de la experiencia del amor las personas se cargan con la energía que tienen a mano, la del 
resentimiento expresada en la queja suele ser la que tienen más a mano. Sabemos que todo lo que nos pasa es una expresión del campo electromagnético que somos y que crea un campo mayor  alrededor de nosotros. Observar ese campo nos permite saber quiénes somos o qué estamos produciendo desde nuestro centro de gravedad. Así como la casa es la segunda piel, el mundo es el reflejo de nuestro ser.  El mundo en general es lo que es por la suma de nuestras conciencias individuales. Ahora, nuestro mundo cotidiano es forjado por nuestra propia conciencia. Cada uno de nosotros vive en el mundo en el que cree. Es nuestra creencia la que configura el escenario. Siguiendo una de las leyes del Kibaliom: Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera. El afuera no es independiente de nosotros, nadie es víctima de nada, es hacedor y aquí se aplica mejor que nunca la ley de la física cuántica: El observador modifica lo observado.  Eso de lo que nos quejamos es en realidad el Maestro que viene a brindarnos la oportunidad de cambiar. Ese es el único Maestro que podemos recibir en el actual estado de conciencia en el que nos encontramos.
    De modo que es importante saber adónde nos llevan nuestras palabras, no siempre hablar construye un hecho comunicacional y yo diría que últimamente   en escasas ocaciones. Sospecho que los humanos en Occidente hemos  agotado en cierto sentido el uso de la palabra y abusamos de ella, la palabra,  que puede ser transformadora se convierte en  mero objeto del ego. Una vez más insisto en la importancia de la práctica  espiritual cotidiana como camino hacia el centro, ese centro nuestro, el Ser que realmente somos que  y opera como núcleo de gravedad y construye nuestro mundo. Meditar, cantar mantras, realizar hatha yoga, bhakti yoga, oración,  servicio desinteresado, Reiki y sí, nuestro querido Reiki, distorsionado por la publicidad de los medios, que es la técnica que en Occidente se ha abierto para que muchas personas se asomen a la experiencia de los otros planos y se den cuenta de que el físico es el resultado de los otros más sutiles y no a la inversa. Trabajar en nuestro ser no es leer libros, no es seguir transitando el camino de la palabra, así como hablar y hablar no supone acceso al autoconocimiento ni vía de comunicación genuina. Leer puede ser el camino pero depende cómo y movilizando determinadas energías. Sin humildad no hay evolución y sin humildad tampoco hay compasión. Y ha sido el dominio sobre la palabra lo que nos ha hecho creer que sabemos y que somos superiores. La palabra hablada merece más respeto, creo que deberíamos someterla a nuestra consideración una vez más, deberíamos devolverle su carácter sagrado como a todas las cosas que nos rodean. El aporte de Freud a la cultura ha sido inmenso, pero en su justa medida y con rigor, lo mismo que el aporte del Reiki el que lamentablemente no es conocido popularmente en su profundidad y eficacia espiritual. Entonces, hablamos de lo siempre, no trivializar, no dejarnos llevar por una cultura del consumo, de todo es lo mismo, de la acumulación reemplazando la excelencia. A la palabra tenemos que devolverle su lugar y no malgastarla, la palabra es energía y como tal puede canalizar lo sutil o lo denso. Elijamos elevarnos para colaborar en la elevación del mundo en su totalidad.
                                        Derechos reservados - en caso de reproducir citar la fuente                                                                        

viernes, 22 de junio de 2012

PUERTAS DEL CONOCIMIENTO

                                           

He notado que algunas personas tienen una relación confusa, ambigua, desconfiada hacia otras formas de conocimiento convencionales, me refiero a la intuición, a ese conocimiento que surge de la propia conexión con el ser interno. Esto obedece a  causas históricas especialmente en Occidente.  Y digo esto porque en ciertos pueblos que están más en contacto con la naturaleza o en Oriente la relación con este modo de conocimiento es más fluida y habitual.
    Dice el gran Maestro hindú Swami Dayananda en su interpretación de la Baghavad Gita que es muy pobre que los humanos sólo conozcamos a través justamente de la percepción y la mente. Se trata de un estrechamiento de una limitación de nuestras capacidades cognitivas. Lo he podido apreciar en varias personas frente a la posibilidad de que intermedie como iniciadora en el primer nivel de Reiki. Pareciera que aprender una técnica de autosanación y sanación a otros fuese dar un paso hacia el peligro,  cuando en realidad se trata de una práctica sumamente natural que está en nuestro código genético, algo tan simple como esa tendencia que tiene una madre a colocar su mano en la zona dañada del cuerpo de su hijo. Y dije que esto no es casual porque durante casi seis siglos la Inquisición  se ocupó de perseguir a quienes se aventuraron a experimentar con otras formas de conocimiento que no fueran las establecidas. Así quemaron preferentemente a mujeres en la hoguera suponiendo que con eso se extirpaba una vía de acceso a esas formas de saber. Pero no fue así, esta condición o don es propia del ser humano y reverdece y reaparece siempre. Lo que sí logró la práctica de la Inquisición fue crear campos mentales que perduran y que sumen a las personas en una suerte de temor ciego a eso que no se sabe qué es. La idea de castigo subyace en esos campos en los que todavía abrevamos. Por eso la práctica concreta o sea la experiencia del Reiki, por citar a la más divulgada, nos permite dimensionar nuestro propio poder humano y comprender que el acceso al conocimiento tiene muchas más puertas de las que creíamos que existían.  Por este motivo he observado que ciertas personas ubican en la zona de lo oscuro sus intuiciones, sus sueños premonitorios y hasta la visualización de figuras sagradas como ángeles o la mismísima Virgen María, a veces ocurre también que se auto-consideran seres especiales o privilegiados cuando en realidad eso es la manifestación de una cualidad natural humana de conocimiento que ha sido aplastada por la cultura. A lo chamanes de América o a los hindúes esto no los sorprende, porque tienen incorporada esta capacidad, tienen el hemisferio del cerebro derecho más desarrollado. Así es que no resulta raro que cada tanto en los medios de comunicación aparezcan personas que se erigen en jueces levantando su dedo condenatorio, personas que se conectan con esos antiguos campos de energía de la Inquisición. De tanto en tanto se pone de moda el tema de las sectas que de hecho existen, pero que no son tantas ni son   todos esos grupos de trabajo espiritual que nombran los que salen con su dedo acusador. El miedo  es el peor enemigo del conocimiento, si bien es una emoción útil, en muchas ocasiones es utilizada para controlar a las personas. El miedo es lo contrario de la fe y con la fe las puertas se nos abren. La fe está en el camino del amor, de eso se trata esto, el Reiki, el escucharse a uno mismo desde lo profundo desatendiendo mandatos culturales. La verdad, entonces, es la clave y  también el amor, que son dos valores humanos fundamentales, ambos se presuponen y operan como dos caras de una misma moneda. Los tiempos que corren nos piden expansión, apertura, integración de las diferencias y para eso necesitamos abrirnos a nuestras percepciones más íntimas y genuinas. El mundo se nos revela cada vez más fascinante, pero para acceder a ese mundo de afuera necesitamos imperiosamente conectarnos con nuestro mundo interior, nuestra verdad del alma. Las prácticas para desarrollar esta capacidad innata son variadas, no importa cuál escojamos, la alimentación natural, la meditación, el yoga, la respiración consciente, la oración, el canto sagrado, el Reiki, el adentrarse noblemente en la propia religión de origen, no importa el camino porque el camino es ancho y en última instancia nos conduce al  mismo sitio. La actitud fundamentalista de suponer que el único camino posible es el propio, resulta a esta altura de los hechos una antigüedad y una ridiculez. Las puertas son infinitas, como en nuestros juegos infantiles, cuando todo parecía posible.
                                                                                
xxxxxxxxxxxxxx  xxxxx         Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente

domingo, 6 de mayo de 2012

LO QUE LA LITERATURA ME ENSEÑA


Ante todo me causa gracia el título que escogí para este artículo, suena un poco a “Lo que el viento se llevó”. Y quizá no resulte casual.  Escribir y dejarse llevar por el viento o fluir al compás de algo superior es la clave. Me refiero al trabajo de escritura literaria no a la escritura de por ejemplo una nota periodística, un ensayo o un discurso testimonial, en estos casos el lenguaje es utilizado en forma utilitaria, informativa. Cuando al lenguaje lo transformamos en cosa se convierte en un fin en sí mismo y opera como una tela y los colores para un artista plástico, como el movimiento corporal para la danza, como los sonidos  de las notas para un compositor musical o el mármol para el escultor. Hay una gran diferencia en estas dos formas de uso del lenguaje. El lenguaje verbal tiene muchas funciones como lo estableció Vladimir Propp, actualmente se confunde bastante y se llaman escritores  también a personas que emplean el lenguaje en su función informativa, pero para ser más precisa me refiero a la poesía o a la ficción en tanto arte literario donde el uso del lenguaje se convierte en su práctica en una prisión y a la vez en una puerta hacia la libertad interior.
    Cuando comenzamos a aprender escritura artística es difícil que no nos topemos con un ego inflado, es decir que  de inmediato pensemos en la repercusión social de nuestra obra y ese es la primera enseñanza que nos ofrece el oficio de escribir. El ego es útil pero no si lo convertimos en el que comanda todo nuestro ser, es útil porque nos impulsa a la acción en el mundo y a la acción en el arte, ahora bien, si este momento inicial con su aspiración de notoriedad se prolonga en el tiempo, lo más probable es que afecte el resultado de nuestro trabajo artístico y lo que es peor terminaremos perdiendo la noción de quiénes somos en realidad. Ni hablar de lo que ocurre después a lo largo del tiempo, cuando aparece una crítica favorable o desfavorable sobre nuestro trabajo en los medios. Ahí yo diría que se establece una suerte de triángulo entre nuestro ego, el mundo y la propia obra. Es un momento culminante donde podemos poner las cosas en su lugar. Si con el tiempo no dejamos de identificar nuestro ser al resultado de nuestro trabajo, si no entendemos que ese libro publicado es sólo un momento de nuestro hacer que cambiará, que se dejará de ser y que pasará a ser otra cosa, estamos atrapados porque terminamos identificando nuestro ser con la acción y con un resultado mundano. En los talleres literarios solía repetir a los talleristas: “Consideren que este texto es sólo la expresión de este momento, no se apeguen a él, no lo defiendan excesivamente porque necesitan por la lógica del proceso de corrección seguir transformándolo”.  Si al texto en este proceso de producción se lo convierte en algo estático no se logra un buen texto.  Aquí se encuentra una de las enseñanzas básicas de este oficio: aceptar la transitoridad, esto es difícil cuando vamos adentrándonos en el oficio y  comprendemos que un texto literario  es ante todo corrección y corrección, reemplazar infinitamente una palabra por otra. Es un camino tedioso a veces y fascinante, otros. María Elena Walsh solía decir: “Yo no escribo, tacho”. La tachadura es la base de ese logro armonioso en que se convierte la obra después de mucho tiempo, tiempo es trabajo sobre un lenguaje que se nos deforma, que se hace cacofonía, que pierde el ritmo, que necesita de pronto apuntalar su devenir y su coherencia interna, la búsqueda de una belleza formal puede deformanos el sentido. Ir y venir, ir y venir, así se aprende una ley importantísima de este proceso de vivir: la insistencia, la perseverancia. Estamos sujetos al tiempo, y el repentismo nos lleva al fracaso. Tiempo es paciencia. Y de esto se deduce algo más importante aún: que el lenguaje es algo que con su lógica se nos impone como un poder superior.
    Aunque quizá lo principal es comprender que nunca llegamos a un resultado óptimo, que nuestra labor consiste en perseguir una perfección que nunca se alcanza. Jorge Luis Borges solía  opinar al respecto: “Digamos que se publica un libro tan sólo para no seguir corrigiendo”. Esto significa que en realidad se publica siempre una imperfección en tanto somos humanos y existe algo que sí es perfecto pero que no está en este mundo. En este sentido toda la obra de Borges se apoya en este concepto. De modo que practicar durante años y años el trabajo de la literatura si logramos tomar una distancia es un camino espiritual, de autoconocimiento y no sólo porque la escritura convierte a la hoja en blanco en un espejo en el que podemos mirarnos sino porque el oficio constituye en sí mismo un camino.  En el polo opuesto se encuentra el conocimiento científico como lo concebían los positivistas lógicos, un conocimiento acabado y concluyente. El arte y la ciencia en cierta  manera son dos caminos enfrentados en su búsqueda de conocimientos, son dos formas de conocimientos que tienen a veces puntos en común pero que en esencia difieren. La búsqueda del autoconocimiento o camino espiritual está más cercana al arte.
    La otra tarde, en una clase de canto védico tuve la misma sensación. La Mataji, Silvia Vajovsky, nos insistía en volver sobre uno de los anuvakas del Rudram, y nos dijo que al menos nos faltaban seis años de práctica para llegar a cantarlo como se debe. Pensé de inmediato en la escritura literaria, en esta forma de saber o de búsqueda de conocimiento a través del arte como un conocimiento que no está acabado jamás, que se aleja del cientificismo a pasos agigantados porque no se llega a ningún sitio, sólo se trata de valorar la gracia de estar en el camino.

                             


     xxxxxxxxxxxxxx  xxxxx         Derechos reservados- En caso de reproducir citar la fuente

                                                                              

lunes, 23 de abril de 2012

UNA BREVE EXPERIENCIA NUTRICIONAL

                                               "Energías elementales"- obra de Silvia Viktorin


 Resulta significativo que Gandhi le haya dedicado tantas páginas  a su relación con la comida en su libro autobiográfico que él tituló “Mis experimentos  en la búsqueda de la verdad”, ya que la biografía le parecía demasiado centrada en la figura de la personalidad. La obstinación de Gandhi de  negarse a beber leche  aún cuando su vida estaba en peligro debido al exceso de ayuno, puede ser incomprendida sino no nos atenemos al concepto de dharma en la cultura hindú, obedece en principio a un orden moral, la vaca es el símbolo del abuso del ser humano sobre los otros reinos, en este sentido lo nutricional es también moral en tanto afecta nuestra evolución espiritual. Cuenta Gandhi que cuando concertó matrimonio para su hija lo primero que hizo fue ir a la casa de los suegros a ver la cocina, quiso conocer el espacio donde ella iba a estar mayor tiempo. La comida es fundamental, nos conecta con la tierra, aporta el tipo o calidad de energía con el que entre otras cosas elaboraremos la calidad de nuestros pensamientos. En los antiguos monasterios era el cocinero una de las figuras más importantes y sabemos que muchos maestros hindúes no comen fuera de su casa,  debido a que  las vibraciones de la persona que cocina impregna los alimentos. Ahora bien, pareciera que nosotros, me refiero a quienes comenzamos desde hace años una tarea consciente de evolución basada en el autoconocimiento, le fuimos dando alguna prioridad al tema  nutricional. Muchos dejamos de comer carne, evitamos los azúcares refinados y las harinas blancas,  luego con el tiempo  fuimos teniendo la impresión de que no ha sido suficiente. Suprimir sin mejorar la calidad ni elevar nuestra conciencia ateniéndonos a todos los planos de nuestra vida no alcanza.  Claro que ha habido grupos que le dieron una excesiva importancia a la comida reduciendo todo el trabajo de autoconocimiento y evolución al acto de elegir el alimento y a la forma de comerlo. Eso tampoco ha llevado a buen puerto porque se convirtió en una suerte de fundamentalismo alimenticio que condenaba a quienes no tenían la misma conducta. Y el fundamentalismo, ya lo sabemos, es quedarse anclado en unos de los polos, de modo que supone sostener la dualidad, y al dualidad lleva a la violencia, a la guerra. No se trata de eso. Lo que sí he observado es que  unas cuantas personas que conozco que están en un momento evolutivo de compromiso comienzan a tener enfermedades que la llevan a modificar drásticamente su alimentación.  Sospecho hemos llegado un punto clave en el que es preciso sutilizar nuestro cuerpo físico para seguir avanzando. Y no se trata de comer o no comer carne, de ser begano o macrobiótico, se trata de reconocernos también como parte de la tierra y de integrar nuestro cuerpo al proceso de ascensión.
  Yo, hace un tiempito, comencé dejando la excesiva cantidad de lácteos que devoraba y no me resultó fácil. Pero luego descubrí que haber dejado esa compulsión respondía a algo más visceral y no sólo a un hábito incorporado en una familia italiana en la que “il formaggio dopo il pranzo” era parte del menú., sino a una densidad de los derivados de la leche que me remitían a mi familia de distintos modos. Así comprendí que podía vivir sin yogures diarios y fue revelador. Ahora, hace muy poco comencé a comprar verduras y frutas sin agroquímicos o las llamadas “orgánicas” y ya estoy experimentando los beneficios.  A ver, ante todo me sorprendo que me rinda más, considerando que son un poco más caras, al final me sale más barato. Y ¿por qué rinden más? Porque como menos. ¿Y por qué como menos? Porque  mi organismo, cada una de mis células percibe su alto valor nutricional y no pide más. Recordemos que una de las causas fundamentales sino la principal de la gordura en el mundo es que la gente come y come buscando una nutrición que el alimento no brinda porque es transgénico o porque ha perdido por exceso de químicos su valor, lo que  lleva a  personas a buscar en cantidad lo que no obtienen en calidad. Esto es lo que he notado en primera instancia, de más está decir que al no absorber químicos que están en la tierra y que fueron puestos para matar insectos y por lo tanto son sumamente tóxicos, mi organismo trabaja menos para defenderse de eso y ya siento más energía y mis antes pesadas digestiones se han aligerado. Sé que esto me traerá más alegría, al desprender de la densidad de los tóxicos que el organismo humano al igual que el tabaco no sabe cómo procesar, la tendencia natural de las células que buscan la expansión (expansión es amor y por lo tanto alegría) podrán darle rienda suelta a su natural movimiento. Posiblemente al alimentar nuestro cuerpo más denso, el físico, hemos cometido el mismo error, como sociedad quiero decir, que es ir a buscar en el sitio equivocado. Así como las personas han pretendido encontrar la felicidad en el placer de la posesión se objetos externos, en la acumulación de bienes o el consumismo,  de la figuración social o falta identificación son el ser externo, digamos que perdiendo la esencia y la conexión con lo interno, así  ha sido nuestra forma de alimentarnos,  burda,  carente de sutileza.  Cada día más sabemos que nuestra salud depende de nuestro modo de comer y del equilibrio y calidad de nuestros alimentos. Qué interesante camino se nos está abriendo ahora con la información al alcance de nuestra, lejos de las farmacias, de los hospitales y más cerca de la vida luminosa.