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sábado, 15 de octubre de 2011

CHILE: Cuando a nuestros vecinos se les viene el mundo abajo

 



Los argentinos tenemos una historia particular con nuestros vecinos de Chile, sujeta a las clásicas rencillas de países limítrofes, cierta tensión por cuestiones territoriales, ya sabemos que a los argentinos nos sobra territorio y a los chilenos son un país angosto y largo con menos superficie. Argentinos y chilenos estuvimos a punto de entrar en una guerra durante el conflicto del Beagle, afortunadamente eso no ocurrió, hubiese sido triste y lamentable que dos países con gobiernos dictatoriales cayeran en eso en aquel momento. Cuando la guerra de Malvinas vivimos el doloroso hecho de saber que los chilenos apoyaron a los ingleses contra nosotros, el hundimiento del Belgrano con la cantidad de muertos no fue poca cosa para nosotros. Pero allí estamos, vecindad quizá menos cordial que la que mantenemos con Uruguay, un poquito más tensa que con la de Bolivia o Paraguay. Lo cierto es que frente al desastre del último terremoto los argentinos nos sentimos tan afectados emocionalmente por lo ocurrido a nuestro vecino país como cualquier otro en el mundo. Sin embargo observo lo que pasa aquí cuando miramos ese derrumbe monumental y no puedo evitar reflexionar, no sé muy bien cómo ha repercutido este terremoto en otras partes del mundo, lo que sí puedo observar es que algo inquietante se ha instalado entre nosotros, los argentinos, y el terremoto de Chile parece ser el hito que lo marcó. Veamos.
En los últimos años vimos que Chile creció económicamente a la par de Brasil mientras los argentinos continuamos debatiéndonos en esta continua marcha y contramarcha luego de experimentar cada vez más la pérdida del lugar y los beneficios de lo que nos caracterizó: nuestra bendita clase media. Entonces Chile comenzó a presentársenos como un ejemplo. Era común escuchar: miren cómo Chile avanzó. Y no había envidia en esto, la crisis argentina del 2001 nos llevó a un nivel de conciencia más elevado. Entonces ver que, en un instante, el país más ordenado y limpio de Latinoamérica se convertía en un caos y en un campo de muerte, algo tremendo produjo en nosotros que vivimos hace menos de una década un quiebre equivalente aunque sin terremoto físico: fue un terremoto financiero que sepultó empresas, sueños, la supervivencia de la clase media argentina educada y próspera. Yo diría que todavía los argentinos vemos con perplejidad lo que ocurrió en Chile, estamos como si no hubiésemos salido de nuestro estupor. Chile va a superar este tremendo trance, los argentinos hemos colaborado y lo seguiremos haciendo, pero no estoy hablando de un plano material. Daría la impresión que el espectáculo de Chile, tan cercano, nos sumió en un estado de desesperanza, de inquietud. El orden y la prosperidad chilena se vinieron abajo en un santiamén, quizá de la misma forma que nuestro sueño argentino de pertenecer al primer mundo no hace demasiado tiempo atrás. Los argentinos nos caracterizamos por una gran capacidad para crear, para salir de las crisis, para reinventarnos y a la vez solemos ser incapaces de sostener la bienaventuranza. Somos inteligentes, pero indisciplinados. Tenemos que aprender, Chile fue un ejemplo y ahora todo se vuelve a caer abajo, los argentinos conocemos bien esto de subir y de bajar, de alcanzar una pequeña meta que de pronto se derrumba. Tenemos fama de ser orgullosos o vanidosos, yo diría que ese es el perfil del porteño, no de los habitantes del resto del país y lo ocurrido en Chile nos sorprende una vez más y nos reaviva la última crisis financiera argentina de la que no nos hemos recuperado ni económica ni emocionalmente. Creo que cuando ocurrió lo de Haití nuestra respuesta emocional fue de sorpresa y pena, ahora con lo de Chile es como si admitiéramos que la tierra tiene un gran poder sobre nosotros, que lo impermanente es la condición básica de la vida, que ya nada podemos manejar. Se ha producido un salto de comprensión en nuestra conciencia creo que en la del mundo entero que comienza aceptar que el poder superior de la naturaleza merece ser respetado y honrado, que estamos viviendo paso a paso y de maneras imprevistas las llamadas profecías del 2012. Es extraño pero lo percibo, lo huelo, lo siento. Nuestra comunicación continua con Chile a través de la provincia de Mendoza es una puerta que nos permite mirar el espectáculo del mundo con otros ojos, por eso pienso que las experiencias de cambio climático, las migraciones humanas que se producirán debido a eso, los efectos de tsunamis y terremotos y demás fenómenos predecibles o no, pero inmanejables se convertirán en maestros de toda la humanidad, para que comprendamos en qué planeta vivimos y cuál es nuestro nuevo lugar, un lugar de participación solidaria, de integración igualitaria sustituyendo así el viejo paradigma de dominante dominado que gobernó la tierra y sostuvo la guerra y la destrucción así como la desigualdad y la repartición no equitativa de la riqueza. Obviamente todo lo que ocurre forma parte de un plan y nosotros somos parte de ese plan, aprender a descifrarlo y comprenderlo es un trabajo de nuestra inteligencia, de todas nuestras inteligencias en pos de nuestra evolución como seres humanos. Nuestra más profunda solidaridad con los chilenos que son maestros para enseñarnos la disciplina y también la capacidad de sobreponerse al caos y empezar de nuevo.


Publicado originalmente en http://caminanteazul.blogspot.com/29-3-10
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