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sábado, 15 de octubre de 2011

EL CANTO VÉDICO

"Los Vedas no son atribuibles a la destreza humana, ningún ser humano los compuso. El Veda personificado no es atribuible a país alguno en particular. Los Vedas emanan de cualquier lugar donde se anhele por ellos. Todas las religiones y todos los dharmas sólo son proliferaciones de verdades védicas."
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba


Sabemos que orar, meditar, rezar y cantar mantras son formas de concentración de la energía. Para los que experimentamos o intuimos que existe unidad o continuidad entre el llamado mundo material o denso y el sutil esto no es una novedad. En realidad lo que existe es una red de energía que fluye constantemente, una red de conexión continua y que esa energía a veces se densifica o se sutiliza. La energía es la misma y proviene de la Fuente, nosotros, nuestros cuerpos son parte de ella. De modo que onda y partícula son variantes de la misma energía. La onda que se manifiesta en forma de sonido puede mutar a la condición de partícula según la frecuencia vibratoria. En uno de sus libros Shirley Mac Laine habla de ese descubrimiento, de cómo el color se vuelve música y la música color y luego eso muta a otro estado de la energía.
El Vedanta nos da a conocer que existen cinco elementos. En grados de menor a mayor densidad son: Éter, aire, fuego, agua y tierra.
Del Éter surge todo y se va manifestando. Por este motivo la palabra, el sonido están más cercanos a ese nivel vibratorio de la energía. El Vedanta nos informa que además, cada uno de estos cinco elementos contiene una octava parte del nivel menos denso. De modo que el aire tiene una octava de éter, el fuego una octava de aire y así sucesivamente. Si consideramos que los mantras védicos que se entonan en su lengua original, el sánscrito han pasado desde hace miles de años hasta nosotros primero mediante la transmisión oral y de maestro a discípulos gracias a una apropiada iniciación, reconoceremos el privilegio y el poder que implica practicar esta disciplina que a los occidentales nos resulta difícil, claro está. Existe además el hecho no menos importante que estas vibraciones que nos llegan a través del tiempo fueron canalizadas por seres que pertenecían a otra cultura y que estaban en contacto con otras dimensiones. Se dice que el sánscrito nos remonta a la edad de bronce. Al entonar cantos védicos estamos afectando positivamente la red de energía general mejorando la vibración del planeta todo. Obviamente al entonar debidamente los distintos sonidos estamos trabajando los chakras de nuestro cuerpo que se vinculan con los chakras del planeta. Muy probablemente hacemos resonar cuerdas dormidas para que la sinfonía del universo sea más rica. Son en este sentido mantras curativos individual y colectivamente y que desde ya afectan el llamado mundo material porque este es una continuidad de los otros mundos, una manifestación, como diría David Bohm, un universo desplegado que nos remite al Universo Implicado. Quizá por eso mi experiencia de aprendizaje de canto védico ha resultado tan sobrecogedora. He tenido la gracia de poder estudiar con Silvia Vajovsky, que ha hecho del aprendizaje y la enseñanza del sánscrito siguiendo la tradición hindú un camino en sí mismo y un servicio. Silvia es una Matají que nos introduce en la profundidad sagrada de esta práctica, en el valor y sentido de la cultura milenaria de la India, le debemos mucho a ella. La vida cotidiana puede ser sacralizada mediante este aprendizaje al menos un poco sosteniendo una vibración más elevada y otorgándole el sentido que tiene y del que fue privado por ignorancia.
Resulta conmovedor y atrayente observar cómo en la India el entonar mantras forma parte de la vida cotidiana. He visto a los pescadores cantar al unísono mientras tiraban de la red, he visto a las mujeres que fabricaban sahumerios pronunciar una y otra vez el mismo mantra creando un halo mágico a su alrededor, un clima del que era difícil sustraerse y especialmente estuve en la cocina donde era primordial armonizarse con energías equilibradas y superiores para realizar la tarea, ya que en la India quien prepara la comida y el modo en que lo hace afecta muy profundamente la vida de quien luego comerá esos alimentos. De esto modo, mediante un canto colectivo la conexión entre los miembros de una comunidad se profundiza y neutraliza rencillas. dualidades y enfrentamientos.
Uno de los aprendizajes que he podido alcanzar en este brevísimo tiempo de estudio es que el canto védico puede ser asimilado al silencio, tal vez resulte paradójico que el sonido me permita indagar en el silencio, pero es así, la mente en su continuo asociar se calma y el ser parece ir hallando sendas por donde abrirse camino. Y otra es la impecabilidad de la vida de Matají, de cómo el aprendizaje y profundización en la cultura hindú siguiendo el canto védico nos hace que la vida se vuelva menos trivial y más sagrada. Los hindúes tienen un canto para la comida, otro para tal deidad o tal otro que no son otra cosa que la representación de un tipo de energía, de esa forma vamos sutilizando y descubriendo los matices de la vida. En fin, apenas he comenzado a asomarme, si continúo hablando no haré más que expandir mi ego, lo mejor por el momento es hacer silencio o seguir entonando mantras védicos.






                                                 

Publicado originalmente en http://caminanteazul.blogspot.com/ 25-10-10

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